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David Parra

CRUZA EL LÍMITE DE LA INERCIA



Sé intencional en lo que hagas a partir de ahora. Traza metas para este tiempo. Deja de rodear montañas y fija el norte de tu desierto.


“Levántense, tenemos que seguir”- dijo la madre mientras trataba inútilmente de hacer que los niños terminaran de recoger los juguetes que estaban regados por el patio de la tienda de campaña. La orden de levantar el campamento se había dado, y ellos estaban retrasados. “No queremos irnos de aquí; nos gusta este lugar. ¿Por qué debemos irnos?”.


Ella se quedó pensativa, esa misma pregunta se la había hecho a sus padres cuando era niña; sobre todo los días en que la caminata se tornaba insoportable. Y ellos solo respondían con un “porque sí” cargado de hastío.


“Bastante habéis rodeado este monte; volveos al norte… Levantaos ahora, y pasad el arroyo de Zered. Y pasamos el arroyo de Zered”. Deuteronomio 2:3, 13


Se dirigían a la fulana tierra prometida, pero muchos dudaban de su existencia. Habían caminado durante años, rodeando montañas, surcando valles y trepando salientes… Sin saber dónde estaban o a dónde iban. Pero esa mañana, el líder de la nación había hablado con un renovado brillo en los ojos. “Vamos hacia el norte” había dicho, “Hemos dado vueltas demasiado tiempo; es momento de abandonar el desierto y cruzar hacia la tierra que Dios nos entrega. Esta vez cruzaremos el arroyo de Zered”.


Todo fue diferente a partir de allí. Tenían un norte, un objetivo, determinación. Dios había dado luz verde a ese liderazgo y con ello la posibilidad de avanzar. Ahora se sentían indetenibles.


Aquel día cruzaron el arroyo de Zered al límite de la inercia. Después de eso los días se hacían cortos y las noches largas; los niños corrían de un lado a otro emocionados, los adultos hablaban de la tierra que poseerían. Ya podían ver las casas, las viñas, los olivares. Todo eso sería suyo en cuanto pisaran la tierra. Nadie lo dudaba ¡Estaban transitando un nuevo camino!


“Llega un tiempo en que el confinamiento se acaba y empiezas a caminar hacia la libertad. Ese tiempo es cuando se cruza el arroyo. El límite de la inercia”.


Antes de cruzar el arroyo de la inercia, caminamos de brazos caídos, matando el tiempo… Aburridos. Dudamos del propósito de nuestro viaje en la vida, y ponemos en “tela de juicio” si llegaremos al lugar soñado que por años hemos querido alcanzar.


Pero algo cambia cuando se cruza el arroyo. Sentimos que rompemos una barrera. Aun el desierto por donde caminamos sufre una transformación. Esto no significa que el desierto y la caminata cesaron; sino que algo en nosotros cambió, y vemos el mismo escenario pero con ojos diferentes.


“Ahora el desierto nos reta, y prometemos vencerlo; nos sonríe, divierte, anima… Ya hemos descubierto que es una escuela, y nosotros aprendices”.


Cruzar el arroyo demostró que el desierto no sería nuestra tumba. No nos dejaríamos atrapar por él, sino que lo usaríamos para salir fortalecidos. Traspasarlo me mostró que cada paso que doy hacia el norte, hacia mi meta, es un paso de avance que va dejando atrás la desolación que me asfixiaba.


Ahora estoy frente a un desierto renovado. Ya no estoy aburrido de una vida sin sentido, reboso de energía para desandar el camino con fuerzas de búfalo.


¿Cuál es tu desierto? ¿Ya identificaste en tu vida ese periodo yermo, infructífero, estéril, en el que has entrado? ¿Te has sentido estancado al punto de asfixiarte, preguntándote si hay algo más allá? ¿Sientes que has pasado demasiado tiempo detenido, sin resultados, o dando vueltas en los mismos asuntos una y otra vez?


Algunos encontrarán ese punto desértico en relaciones matrimoniales, que languidecen en medio del calor extenuante de una vida sin sentido. Hay quienes lo encontrarán en un empleo aburrido, que marchita sus aspiraciones. Otros, lo hallarán en el silencio de una penosa enfermedad con la que luchan, o en la soledad abrumadora de una prisión, o incluso, en el agotamiento paulatino de un negocio que no prospera.


Hacerte consciente de tu desierto, es llegar a la ladera sur del arroyo. En este punto muchos se devuelven y empiezan a dar vueltas nuevamente en su desierto. Caminan quejándose de su suerte, pasando una y otra vez por los mismos parajes sin sentido, maldiciendo la vida que les “ha tocado” vivir.


Pero un día, cansados de rodar, y soñando con un ideal de cosas diferentes, llegan extenuados al punto sur del arroyo. Dios les habla y ellos deciden escuchar la voz de amor que les confronta:


“Vuelvan al norte”- y te dejas guiar por la voz que muchas veces ignoraste, concentrando toda tu energía en recuperar “el norte” en tu vida, con determinación, sin mirar atrás…


Cruzas el arroyo de Zered, el límite de la inercia, para descubrir que siguiendo por fin las directrices de Dios, también encuentras una fuente renovada de energía, un destino prominente y una clara dirección.


Tener un norte, una meta específica, y un punto de llegada hacia al cual dirigirse, es muy importante, y hace la diferencia. Pero lo que verdaderamente te dará impulso es saber que cuentas con el respaldo de Aquel que ha dado la orden.


Allí comienza un renovado ímpetu, allí obtienes la fuerza, y aunque sigas en el desierto, tu camino se abre como un río en la soledad, como la luz del amanecer en medio de la madrugada oscura.


“Mamá, ¿Cuánto falta para llegar a Canaán?” preguntan los niños. Y la madre lanza una mirada al horizonte. Sus ojos brillan, un nuevo ímpetu le abraza. El gozo estremece su espíritu, puede ver la tierra prometida; y una profunda convicción le hace responder:


“Falta muy poco niños, la leche y la miel nos espera…”


David Parra

Lic. Teología. Pastor del Centro Cristiano “Estableciendo el Reino de Dios”.

Departamento de Redacción NotiCristo


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(Romanos 10:14-15)

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