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David Parra

La batalla contra el desánimo


En el desierto las peores batallas son las que se pelean contra uno mismo. El desierto es el entrenamiento del conquistador que busca tomar dominio de su mundo interior, para una posterior conquista hacia el mundo exterior. En el Desierto van a salir a relucir aquellos detalles que pueden enturbiar el logro de los objetivos. El desierto es el aula donde el guerrero se prepara para la carrera de la vida. Dios llevó a Israel al desierto, para convertir a una gran turba de esclavos, en una nación conquistadora. Para que ese objetivo se cumpliera, Dios le permitió pelear algunas batallas, algunas con derrotas, otras con victorias, para adiestrar su arrojo y valentía, en la escuela del desierto.


“Y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua,y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano”. (Números 21:5)



Cuando Israel transitaba el camino de Atarím, fue atacado de repente por un sorpresivo ejército cananeo; el rey de Arad, que habitaba en el Neguev, arremetió contra los hebreos, y les tomó algunos prisioneros. Ante esta inicial derrota, Israel se reagrupó, preparó a su gente, buscó garantizar el apoyo y la sociedad con Dios, y contraatacó a los cananeos, recuperando a sus cautivos, derrotando al enemigo, y destruyendo sus ciudades. Para sellar la victoria, y reconocer la ayuda divina, cambiaron el nombre del lugar, y le llamaron Horma, que quiere decir: dedicada a Dios.


De ese modo aprendieron los hebreos que las derrotas se pueden convertir en victorias, si están presentes: la preparación, la organización, la motivación, y la sociedad con Dios. Sin embargo, toda batalla trae desgaste, aun aquellas que se ganan. Y cuando no hay completa madurez espiritual, ni emocional, aun las batallas donde se obtienen victorias, pueden llegar a convertirse en fuentes de desánimo. Esto fue lo que le sucedió a Israel. Cuando tienes una victoria pequeña, y no estás en plena madurez, no entenderás cómo es que habiendo ya vencido, debas seguir matriculando en la escuela del desierto. Y como la frustración, no te deja ver con claridad los procesos completos, puedes terminar inmerso en la batalla emocional interna del desánimo.


El desánimo es peligroso, porque te roba la visión. Te mete en la inmediatez y no te deja ver a largo plazo. Te introduce en lo reducido, y no te deja ver el cuadro completo. Cuando estás desanimado, puedes hablar lo que no debes, aun contra los líderes, y también contra Dios. El desánimo te mete en un lenguaje derrotista, de muerte; te enfoca en la triste realidad que te rodea, y no te permite ver más allá de tu penosa circunstancia. Si no lo paras a tiempo, el desánimo te llevará a no valorar los milagros que suceden a diario a tu alrededor, te hará menospreciar tus victorias, y te llevará a anular la bendición de las ofrendas que dedicaste al Señor.


Si estás batallando contra el desánimo, lo primero que tienes que hacer es revisar tu comunión con Dios. Nos extraviamos en las arenas del desánimo, cuando nos conformamos a la emoción del momento, y nos olvidamos de ir a Dios, a buscar revelación para el próximo paso. Tu comunión con el Señor, te permitirá refrescar la visión, y ver más allá del metro cuadrado donde estás. Cuando cambias de perspectiva, verás lo que te falta aún por mejorar, te motivarás a continuar firme en el proceso, y valorarás mucho más los aprendizajes de la escuela del desierto.


Cuando obtienes revelación y entendimiento de los avances, puedes medir también los retos que aún te faltan, tus ojos son dimensionados a percibir realidades que antes no veías, fijándote en detalles que estabas pasando por alto. Empezarás a ser más consciente de los milagros que Dios sigue obrando a tu favor aún en el desierto; contrastarás tu realidad con la de otros, y sentirás regocijo: “¿estoy comiendo lo mismo a diario? Es un milagro, hay gente que no come”.


Evaluarás tus sentimientos desde una óptica más optimista: “¿Me siento encerrado en casa, y con muchas ganas de salir? ¡Qué bueno! tengo energía todavía para hacer muchas cosas”. Y Empezar a ver desde otra perspectiva tus aparentes problemas, te permitirá quitar tu enfoque de aquello que te falta, y te hará agradecer a Dios por lo que tienes, y poco a poco el desánimo dará paso al entusiasmo, porque entenderás que está más pronto ahora que cuando empezaste, la promoción que tanto esperas, de la escuela del desierto a la conquista de la tierra de tu promesa.


Coloca una mano sobre tu corazón, y dile al Señor estas palabras:


Señor, quiero renunciar ahora mismo al desánimo, y acercarme a ti que eres la fuente del entusiasmo. Abro mis ojos con gratitud a lo que estás haciendo conmigo. Desearía no estar en el desierto, pero sé que es necesario para afirmar mi carácter. Ayúdame a vencer esta batalla. Abre mis ojos, y déjame ver más allá de lo inmediato. Te agradezco los procesos del desierto, y enfoco mi visión en los días de júbilo que disfrutaré cuando entre en mi territorio de conquista siendo promovido a la tierra que fluye leche y miel. Te doy las gracias en el nombre de Jesús. Amén.


David Parra

Pastor de CeCERDi

Departamento de redacción NotiCristo

@depal90

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(Romanos 10:14-15)

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