La iglesia venezolana todavía no ha logrado desarrollar una teología con respecto a la política. El concepto separación de Estado e Iglesia no fue muy bien comprendido, y se asumió como un disentimiento de la vida propia de la sociedad, sin tomar en cuenta que la iglesia es parte de ella.
La iglesia es una esfera de influencia en la sociedad, por lo tanto la política no es ajena a ella. Es más, es la iglesia el órgano moralizante de la sociedad, junto con la familia, por lo tanto, la sociedad necesita que la iglesia se interese y participe en los asuntos públicos de nuestra nación, además debe hacerlo, porque lo que ocurre en la nación desde el punto de vista político, también le afecta a ella, como parte de la sociedad que es.
La iglesia debe ser vocera defensora de las libertades, porque como hijos y creyentes del Señor, somos los paladines de este principio, y más ahora, en la actualidad, cuando la libertad está seriamente amenazada y aún más, podría decir que vulnerada.
Fue el principio libertador del evangelio, el que animó al reformador Martin Lutero, a levantar la bandera del sacerdocio universal, protestando por el derecho de cada uno de nosotros a ser libres de ir ante Dios, sin intermediario humano.
Cuando amamos la libertad, y la defendemos como un valor cristiano y un derecho otorgado por nuestro Dios y consagrado en nuestra constitución, tenemos que ser los primeros en rechazar cualquier sistema de gobierno, régimen, ideología o programa que quiera violentarla; de modo que debemos levantar la voz en santa protesta, cuando un sistema empiece a limitar las libertades, y a cercenar en la praxis algunas de ellas, sea de manera soterrada, o bien de manera abierta, cuando se pierde el fin último del gobernante y se cae en desafueros tales como el no respetar el cuerpo constitucional y legal, pudiendo llegar, incluso, al abuso de poder. Y nosotros como iglesia estamos llamados a levantar la voz de la libertad, del respeto, y del bienestar. Creo que en esas circunstancias estamos obligados a ser una pastoral que de repuesta a nuestros feligreses, y también a la sociedad en general, respondiendo de este modo a sus necesidades.
Para llegar a ese punto, creo que necesitamos resolver internamente varios asuntos. El primero de ellos es que podamos transitar el camino de la unidad, no solo a nivel de actividades o programas que nos son comunes, sino también como una sola voz, ante las amenazas que podamos tener como iglesia. En estos tiempos de pandemia se pueden agudizar estas amenazas, no solo a nivel local, sino también a nivel mundial, por eso debemos rechazar cualquier intento de parte de algún gobierno, de dividirnos, pretendiendo crear un paralelo de iglesia cristiana que sea afecta a sus intereses.
En segundo lugar, para lograr como iglesia, ser respuesta a la sociedad, debemos vencer los miedos; el dicho popular dice: “cuando veas la barba de tu vecino arder pon las tuyas en remojo”, porque por ti también pueden venir. Esto no es algo nuevo tampoco. La iglesia siempre fue perseguida por imperios tiranos, precisamente porque era la voz defensora de los derechos dados por Dios a los hombres.
Tercero, no podemos caer en la tentación herodiana, de entrar en contubernios con sistemas de gobierno anti bíblicos y por consiguiente anticristianos. Necesitamos la claridad y el discernimiento de Dios que nos ubique en su voluntad para el contexto histórico que vivimos: en vez de hacer alianzas de turbios intereses, debemos ocuparnos de la generosidad hacia los necesitados y no hacia nuestros intereses particulares que como líderes de la iglesia tengamos.
“Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”. Romanos 12:2
Pastor Nelson Velázquez.
C.C “Vida y Generaciones”
Departamento de Redacción NotiCristo