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Marco Gentile

LA CRISTOMORFOSIS - Capítulo 4: El reo Víctor



Todo el recinto penitenciario lo conocía por sus abusos y asesinatos como funcionario del P.I.J (Policía de Investigación Judicial). Lo pusieron en un ala llamada “los polipresos” a la que no tienen acceso los reos, porque si pusieran a los policías con los demás, sería como echar carne a una jauría de perros hambrientos.


Pero allí también tenía enemigos y sabía que no sería mucho tiempo el que le permitirían quedarse con ellos; tarde o temprano lo echarían con la población del penal, y le sacarían las tripas, le cortarían la cabeza y la meterían en su cuerpo, para después cocerlo como a un cochino.


Hizo un recuento de cómo pasó de carcelero a encarcelado:


Cuando la F.U.R.I.A entró le encontró llorando, no había podido cumplir la “orden” de liquidar a Martín después de sacarle la confesión y el paradero de sus cómplices. Lo creía culpable, pero esa presencia de Dios que inundó la morgue, y el resplandor que salía del torturado lo hicieron dudar de su responsabilidad en el delito.


Víctor era un oficial de seguir instrucciones, cuesten lo que cuesten, sean buenas o malas, por eso se había destacado en la Judicial y aunque nunca recibía reconocimientos públicos, todos los superiores y subalternos le tenían el respeto que se le guarda a alguien que no le teme a nada.

Pero ahora se sentía vulnerable, quebrantado. Había visto la gracia de Dios sobre aquel evangélico y la prueba irrefutable de que Dios existía: Su primo Ender se transfiguró en un demonio, que temía en gran manera el poder de Dios que acompañaba al creyente, y se sujetaba con pavor y sumisión cuando escuchaba el nombre de Jesucristo.


El recuerdo del demonio diciendo “mátalo, mátalo” le hinchaba la cabeza. Revivió el momento en que tomó la pistola y accionó el gatillo en la nuca de Martín. Esperaba que los sesos del hombre se esparcieran por el lugar, pero en vez de eso, la bala atravesó la cabeza como si fuera de mantequilla y le salió por la frente sin dejarle un solo rasguño.


No le disparó a un fantasma, porque vió cuando la carne se abrió como el Mar Rojo a Moisés para que la bala traspasara los tejidos, y se cerró tras ella de la misma forma que lo hizo el mar sobre los egipcios.


Y después del tiro cantó el gallo. Entonces Víctor escuchó una voz, como el estruendo de muchas aguas, que le decía: “Me negarás tres veces, entonces creerás, y serás salvo”.


Ignorando la intervención divina accionó de nuevo su arma, la bala volvió a recorrer la cabeza de Martín y éste ni se movió.


Cantó de nuevo el gallo.


Víctor sabía que Pedro había negado a Jesús tres veces, sin embargo la soberbia es un poderoso aliciente para cometer los errores más estúpidos.

Quiso ver qué pasaría con el tercer canto del gallo. Disparó de nuevo sobre la cabeza del evangélico y sucedió el milagro:

En lugar de sesos, salieron miles de flores por el orificio de su frente, y éstas embellecieron el lugar, perfumándolo con la Gracia del cielo.


Víctor arrojó de sí la pistola, y mientras lloraba entró la F.U.R.I.A


Ese fue su encuentro personal con Jesucristo.


La Cristomorfosis Una novela de Marco Gentile Búscala todos los sábados en NotiCristo.



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(Romanos 10:14-15)

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