-“¡Lleva tu tomate! ¡Rojitos los tomates! ¡Rojos como la sangre…!” - El vendedor voceaba al paso de los clientes por la calle del mercado.
La cantaleta vendedora se repetía con cadencia una y otra vez, al ritmo del ruido ajetreado del centro comercial más antiguo de la ciudad.
-“Rojos los tomates… Hechos con la sangre roja de la tierra italiana”- Sonreí, al escuchar esta última frase, mientras elegía mis tomates, la metáfora me pareció curiosa. ¿Sangre roja de la tierra italiana?
-“Rojos los tomates, rojos como la sangre, pruebe los mejores sabores del vegetal que se originó en la vieja Italia… listos para su salsa”- escuchaba cada vez con menos volumen, Mientras me alejaba caminando por la calle, pensando en el rojo que estos “vegetales”, le darían a mi salsa, y en el supuesto origen italiano de los mismos.
Porque aunque el tomate es uno de los ingredientes más usados, y más conocidos de la cocina italiana, española, y mediterránea, a Dios le plugo sembrar este fruto, cuando lo creó, en nuestra América. El tomate tiene sus raíces originarias bajo la sombra de los andes americanos, y no bajo el Cervino alpino de Europa como la mayoría cree. Además, los tomates no son vegetales, aunque se sirva en ensaladas, sino frutos, aunque no se ofrezcan como postres.
El tomate, baya roja, pomodoro, o manzana del amor, como se le conoce en diversas partes del mundo, por su alto contenido de agua, y pocas calorías, es ideal para bajar de peso. Contiene vitamina C, B5, B2, B1 y varias sales minerales como potasio, calcio, azufre, magnesio, sodio, hierro, níquel, flúor, entre otras. Su ingesta en ensaladas o jugos, favorece la visión, la piel, los dientes y el cabello, además ayuda a prevenir infecciones del tracto urinario.
Además el tomate contiene un pigmento llamado licopeno, una sustancia química que existe en forma natural y que es la responsable del color rojo de este fruto. Este compuesto hace del tomate un poderoso antioxidante que puede ayudar a proteger las células; está recomendado para disminuir la presión arterial y el colesterol alto, y para tratar las enfermedades cardiacas y el cáncer.
Estudios confirman que el plasma sanguíneo absorbe mejor el licopeno cuando éste procede de productos elaborados a altas temperaturas. Eso quiere decir que una salsa boloñesa, una napolitana o cualquier salsa de tomate que se cocine por un tiempo prolongado, mejorará la absorción del licopeno en la sangre.
Cuando llegué a casa, después del recorrido en el mercado, todavía recordaba el coro del tomatero:
-¡Rojitos los tomates! ¡Rojos como la Sangre!-
Sonreí de gusto, agradeciendo a Dios por sus bondadosos recursos, y por darnos las ideas para aprovecharlos en la cocina, y decidí entonces preparar con la ayuda del viejo libro de recetas de la nona, esta sencilla pero exquisita salsa napolitana, que les reseño a continuación:
Salsa Napolitana
5 tomates grandes maduros
3 dientes de ajo rallados
Una cebolla pequeña rallada
Lavar bien los tomates, hacerle un corte de cruz en la parte inferior, para quitar la cáscara más fácil después de llevar al fuego con medio vaso de agua, en una olla tapada por 5 minutos. Hacer un sofrito con el ajo y la cebolla y dos cucharadas de aceite, sofreír por 5 minutos. Licuar los tomates y agregarlo al sofrito, cocinar por 20 minutos, agregarle una cucharada de azúcar revolviendo bien, colocarle una cucharadita de sal y 25 gramos de albahaca u orégano, tapar y continuar con la cocción por 5 minutos. Y ¡Listo! Puedes usarla como base para pizza, pastas, y diversos platos de nuestra gastronomía.
“Porque en él fueron creadas todas las cosas… todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten…” (Colosenses 1:16-17)
Pra. Mélida Vera de Petit
Iglesia Tiempo con Dios.
Departamento de Redacción NotiCristo.