La ONU es mucho más que un árbitro internacional; busca poner de manifiesto el orden para las causas correctas y deplorar todo acto que atente contra la vida y dignidad humana, lo cual, filosóficamente, es una contradicción leñosa porque en las sociedades siempre tendremos al pobre. O desaparece el pobre o se disuelven las sociedades, y como un poco de ambos sucede todos los días, las dolencias aumentan y la salud civil empeora. Sin embargo, el organismo procura seguir el ejemplo del Buen Samaritano.
El Racismo es un problema social histórico. Ha sido justificado durante eones por interés. Se puede ver en los crímenes cometidos por españoles y británicos con el comercio de esclavos africanos, en las masacres de América del norte contra las naciones amerindias, en los turcos exterminando a los armenios, o con Alemania Nazi contra los judíos, gitanos y otros, (basados en la pseudo ciencia de “Gobineau”) y el horror causado por Japón imperial contra China, Corea y otros. Más tarde, en la reacción, en los sistemas de segregación racial como el Apartheid en África, perpetuando la discriminación racial.
Esta reacción es rastreada desde la sanción del delito de genocidio por parte de la ONU en 1948, y sus repercusiones, hasta la creación de la convención interamericana contra el racismo, la discriminación racial y formas conexas de intolerancia en 2013, de tal forma que hoy y desde hace más de 50 años, el racismo ha sido execrado, adhiriéndose a la lucha contra él 173 países, a través de la Carta de las naciones unidas y los mecanismos mencionados.
La condenación del racismo abierto ha dado lugar a una etapa de ocultación, microrracismo y racismo sistémico, como se denunció en el caso del fallecido estadounidense George Floyd. Ahora impregna silenciosamente las vallas publicitarias, infesta las redes sociales, corrompe las instituciones y predispone nuestra percepción. Es una etapa de inocencia y malversación de los afectos humanos desinformados donde salen a relucir las manos macabras de causas políticas desalmadas, que no distinguen entre deshacer al discriminado o a la sociedad, que para ellos es lo mismo, y mejor si son los dos.
Luego de la promulgación de la ONU respecto a la violencia suscitada por la muerte de Floyd, convocada por los países africanos y atendida por la responsable de los derechos humanos, Michel Bachelet, algunos sociólogos de internet desdeñaron la resolución, por ser débil al no mencionar a EEUU. Efectivamente, la ONU prefiere no tocar terrenos fangosos que desbalanceen el panorama político mundial. Mientras en Minneapolis sucedía esto, en Hong Kong, la crisis sufría cambios estructurales con la nueva ley de seguridad que amenza con penalizar las protestas. Y en Venezuela se realiza persecusión política por deporte. La ONU, parsimoniosa y presionada, se dedica a hacer lo que puede hacer: hablar.
Y si se mira bien, las tres imágenes refieren discriminación racial en la macrosociedad. Acostumbrábamos a verlas en sus excelentes presentaciones individuales pequeñas pero también las hay para talla grande. En EEUU crujió la tragedia pavorosa y todos nos condolimos; en China se abre el abismo para nuestros hermanos hongkoneses y nos tiemblan las manos, pero si pasa en Venezuela, la desidia de la conciencia nos palidece, jipaticos, como la ONU.
El fin de semana, un chófer funerario padre de dos niñas, sustento de su madre anciana y enferma, cayó preso en Bolívar por un acto punible. Exponer un cadáver para ver si así se apiadaban y le surtían gasolina. ¡Preso! Un delito suscrito por un tercero, ese racismo sistémico, que para colmo no se presentó a recibir la condena.
Si la ONU y los gobiernos de este mundo fueran sinceros, no maquillarían las cosas. No permanecerían inmóviles, no buscarían lo suyo propio, se desintegrarían ellos mismos junto a todas sus fronteras y de seguro firmarían un pacto, una nueva vida, donde ya no importa si usted es judío o no, circuncidado o no, culto o ignorante, esclavo o libre. Es la nación donde Cristo está en usted y Él es lo único que importa. Racismo, discriminación racial, xenofobia e intolerancia no caben en su gobierno. Su ley lo tiene todo: no te burles de nadie por su físico, no maltrates a tus trabajadores y compañeros, no humilles al inmigrante, lo tratarás como a un ciudadano tuyo. Porque amar a Dios y a tu semejante como a ti mismo, es el resumen de toda la ley.
Elvis Russo
Departamento de Prensa NotiCristo