Cuando hablamos de desierto por lo general viene a nuestra mente un lugar árido y desolado, en donde las posibilidades de sobrevivir son verdaderamente escasas. Sin embargo la realidad es que existen diferentes tipos de desiertos y varían de una región a otra, pero comúnmente son extremadamente calurosos durante el día, y muy fríos durante la noche.
Cada vez que los seres humanos vivimos alguna situación crítica y difícil de manejar, bien sea individual o colectivamente, es común decir que estamos atravesando por un desierto. Habrá momentos en nuestras vidas en donde la tribulación y la prueba serán tan grandes y tan duras que sentiremos que estamos literalmente en un desolado paraje y que las posibilidades de sobrevivir a esa situación, son muy escasas.
Hoy, el mundo entero atraviesa una crisis sin precedentes; no solo por los problemas que se han ido acumulando gracias a décadas de maldad, necedad y pecado, sino que a esto le debemos agregar el hecho sobrevenido de una pandemia que ha causado estragos desde el punto de vista político, económico, social y espiritual.
Todo esto nos hace avizorar un panorama desértico, apocalíptico, donde el temor, la duda y la incertidumbre se apoderan poco a poco de más y más personas.
El hombre es incapaz de dar una respuesta concreta a la crisis que atravesamos, y en ese contexto es vital que dirijamos nuestra mirada hacia Dios y sus promesas.
Israel es una nación que nos puede enseñar mucho acerca del desierto. Fue el pueblo que escogió Dios para ser una gran nación, y que tiene promesas divinas que hasta el día de hoy se han venido cumpliendo. Luego de la segunda guerra mundial el mundo se sentía en deuda con el pueblo judío, por el holocausto nazi que acabó con seis millones de ellos.
El 14 de mayo de 1948, La ONU le devuelve a Israel su condición de Estado legítimo en el territorio que antes era del Mandato Británico de Palestina, pero la tierra heredada era desértica y estéril.
Imagine una vasta expansión de arena y rocas, una tierra desolada desde la prehistoria. El sitio más bajo de todo el mundo, incluso más que el mar. En promedio, no llueve durante 355 días del año y en los 10 días restantes solo cae una pulgada de agua.
Ubicado el desierto del Neguev, las temperaturas diarias pueden llegar a 120 °F, en las dos terceras partes de todo el territorio concedido a Israel.
Después de haber andado errantes y dispersos por todo el mundo llegar a este lugar, no debió ser nada alentador para ellos.
“Salir de un desierto para llegar a otro”.
Las promesas de Dios son nuestra mayor garantía de triunfo para producir frutos aún en medio de los peores desiertos. Isaías 35:1 dice: “Se alegrarán el desierto y el sequedal; se regocijará el desierto y florecerá como el azafrán”.
Hoy, setenta y dos años después, el 80% de la industria tecnológica mundial tiene su sede en Israel, ha logrado convertir el 75% de sus tierras en áreas de cultivo y tiene los sistemas de riego más grandes y sofisticados del planeta.
El país produce y exporta maíz, algodón, mandarina, jojoba, flores y muchas cosas más. Dios les ha dado sabiduría para desarrollar su tecnología, y en caso de conflicto, Israel puede ser autosustentable en materia alimentaria por un año sin recibir absolutamente nada del exterior.
La historia de esta nación nos muestra que cada vez que ellos se volvían a Dios y a sus propósitos, eran sobremanera bendecidos. La bendición de Israel siempre dependió de su fidelidad a Dios.
Ahora bien, Igual pasa en nuestras vidas, Dios ha prometido bendecirnos en todo, pero muchas veces nuestras relaciones se ven afectadas por el hecho de que nos vamos alejando cada día más de Dios y descuidamos nuestra relación íntima con él.
¿Cómo puede ser que siendo creyentes, en algún momento determinado un matrimonio pueda llegar al punto de hablar de divorcio, o como pueden algunos hijos irse de casa y llegar a odiar a sus padres, o cómo una persona que sirve a Dios, puede dejar de hablarle a algún familiar por años, o llegar a la ruina moral y económica?
Existe una verdad absoluta y es que “Todas las promesas de Dios son en el Sí, y en el Amén” (2 Corintios 1:20) Él siempre cumple, en todo caso los que fallamos somos nosotros al descuidar nuestra relación con él y nuestros deberes como creyentes.
Dios desea bendecirte en todo, pero si por alguna razón estás atravesando algún desierto en cualquier área de tu vida, debes continuar luchando, más no con tus propias fuerzas. Sabiendo no todas las veces el desierto es parte de un castigo, también puede ser un proceso que purifica tu alma.
Pero si en tu caso te has distanciado, vuélvete al Señor, pídele perdón por haber descuidado tu relación con él y por haberte alejado. Pon en sus manos todo problema en tu matrimonio, o con tus hijos, y también toda carencia que estés viviendo. Permite que sea Él quien obre en tu situación.
El Señor te dará nuevas fuerzas, como las águilas, y te hará levantar el vuelo nuevamente; recuerda que Él ha prometido que no nos dejará y que nunca nos desamparará, estoy seguro que pronto verás florecer nuevamente tus relaciones, tu salud y tus finanzas y todos se maravillarán del aroma tan agradable que esparcirás a todos los que te rodean. Tu vida se convertirá también en un milagro en medio del desierto.
Héctor Colombo
Dpto. De redacción de NotiCristo.