Jesús dijo: “A los pobres siempre los tendréis con vosotros”. Y dos mil años después, se sigue comprobando su aseveración. Miles de intentos fallidos de nuestra parte para erradicar la pobreza, le siguen dando la razón. Siguen habiendo pobres, y lo que es peor, el número de ellos está en aumento.
Según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), se estima entre 90 y 120 millones, la cantidad de personas que pasarán a la pobreza extrema como consecuencia de la crisis económica derivada del Covid-19, y cerca de 300 millones, los seres humanos que pasarán a sufrir de inseguridad alimentaria. Lo cual nos hace pensar que las causas de la pobreza, muchas veces obedecen a asuntos que están más allá del control humano.
Pero, ¿Quiso decir Jesús que la pobreza era imposible de eliminar? Eso es debatible. Sin embargo, la cuestión de fondo es: ¿Por qué permanece la pobreza? ¿Cuáles son sus causas? La mayoría de las organizaciones que trabajan en función de erradicar la pobreza, la enfrentan desde el punto de vista físico material, y solo atienden a las causas económicas, sociales, y políticas; pero surge entonces la pregunta: ¿Son las circunstancias físicas la razón principal de la indigencia o debemos buscarla en otra parte?
Cada cultura tiene sus propios lentes con los cuales interpreta y define la realidad que vive. Y hay un hecho innegable: Ninguna persona es mejor que la deidad en la que cree. Por lo tanto, la fe de una civilización, determina en el fondo, la calidad de vida que espera vivir, y en cuanto lo cree dentro de sí, esa es la realidad a la que se adecúa. Así pues, culturas que valoran la pobreza como una virtud, como es la creencia de ciertas comunidades asentadas en la India, no irán en contra de sus propios paradigmas, quedando atadas por generaciones a altos niveles de miseria e indigencia.
De manera que al intentar modificar de alguna manera los patrones de pobreza, necesitamos considerar muy seriamente, trabajar en un cambio de mentalidad, apuntalando la enseñanza de una nueva cosmovisión. Cuando se buscan los paradigmas que históricamente han dominado a las culturas, rápidamente se pueden identificar tres corrientes que han tratado de dar una respuesta y una explicación a los problemas humanos: El animismo, el secularismo y el teísmo bíblico.
El animismo dominó al mundo desde tiempos inmemoriales, conformándose como un sistema religioso amorfo que sostuvo miles de religiones paganas, y que agrupa hoy creencias populares folklóricas, budistas, hinduistas, y a los musulmanes y cristianos sincretistas del mundo. Para los animistas, las causas del hambre y la pobreza se encuentran fuera del mundo físico. Las cosas malas suceden por el enojo de los espíritus, por lo tanto constantemente están rindiendo ofrendas para apaciguarlos. El problema de la pobreza para ellos, parte del mundo espiritual externo al hombre.
El secularismo es una filosofía que se opone a todo lo relacionado con lo religioso. Se manifiesta a través de dos perspectivas: la evolucionista y la revolucionaria. Los evolucionistas atribuirán la pobreza y el hambre, a la superpoblación mundial, a lo limitado de los recursos y a la ausencia de infraestructuras. El revolucionario, enfatizará como causas de la pobreza, a la explotación del colonialismo y al consumismo. Algo extrínseco al hombre. Afirman que la pobreza es la consecuencia de un desequilibrio en el mundo físico, por eso se limitan a lo material, para tratar sin éxito de solucionarlo.
La cosmovisión bíblica presenta un planteamiento diferente. Si no se entiende el verdadero origen de la pobreza, se atacan síntomas, pero no el problema real. La pobreza es la consecuencia lógica de la manera en que las personas se ven a sí mismas y de la manera en que ven al mundo. La gente que tiene una mentalidad de pobreza ve al mundo a través de los lentes de la pobreza. El rechazo del hombre a Dios y a sus principios, produce esa cultura de pobreza que envenena la mente, el espíritu y el corazón. Esta mentalidad de indigencia, que carcome internamente al ser humano, tiene consecuencias en el mundo físico, dejando a la gente materialmente pobre y con hambre, y sin la capacidad de siquiera imaginar que hay alguna vía de escape.
La Biblia es suficientemente clara respecto a que ser pobre no es un pecado en sí mismo, Dios tiene cuidado del pobre, y ser rico no es necesariamente señal de gozar del favor espiritual de Dios. Jesús advirtió repetidamente respecto a los peligros espirituales de la riqueza. Aun así, Dios no creó la pobreza, el hombre lo hizo. Y Dios no diseñó al hombre para la miseria. El hombre se enredó en ella.
Entonces, las condiciones físicas por sí solas no instauran la pobreza, ella es la consecuencia de una red de mentiras que la gente cree, y que le producen ceguera a nivel personal y cultural. El pecado y la rebelión del hombre en contra de Dios han causado que el hombre crea esas mentiras. El problema de la pobreza, según la cosmovisión bíblica, empieza dentro del hombre, por tanto la solución también debe empezar ahí, liberando las mentes, por medio de anunciar las buenas noticias del Reino, destruyendo la red de mentiras, instaurando una nueva cultura, discipulando a las naciones.
Pastor David Parra
CeCERDi
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