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Héctor Colombo

Matrimonio: Diseño divino


De la misma manera que un arquitecto se sienta en su mesa de trabajo para plasmar las ideas que previamente ha concebido, así mismo, el Dios Creador de todo lo que existe pensó y planificó todo el diseño de su creación, por ende todo lo que existe obedece a un plan y a un diseño divino teniendo un propósito que cumplir.


Dios estableció desde un principio que “no era bueno que el hombre estuviera solo y le hizo una ayuda adecuada” (Gen. 2:18), declarando además: “Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gen. 2:24), a partir de ese momento quedó instituida la unión entre un hombre y una mujer como modelo original de familia para las futuras generaciones.


Cuando Dios creó al hombre y le dio una mujer como compañera, lo hizo con el propósito de que fructificaran y se multiplicasen para perpetuar la especie, es decir Dios estaba estableciendo la unidad familiar como base de las sociedades: Un padre, una madre e hijos, este es el modelo original dado por nuestro Creador. Cualquier otro modelo que el hombre intente establecer traerá gravísimas consecuencias para la sociedad.


Desde que el ser humano decidió desobedecer la voz de Dios en el huerto del Edén, comenzó a caer en una espiral descendente de maldad, necedad y pecado, endureciendo cada vez más su corazón y revelándose contra todos los preceptos, normas y leyes que su Creador instituyó, y en su empeño de justificar sus malas decisiones en materia familiar, comenzaron a legislar a favor de asuntos como el divorcio, buscando la manera de poder deshacer el compromiso con sus cónyuges, y sentado las primeras bases para la destrucción de las familias.


Estudiando la historia del divorcio, impresiona el antiquísimo e “ilustre abolengo” que ostenta. Se le encuentra asociado a las civilizaciones humanas que se desarrollaron en la tierra: En los pueblos de Mesopotamia; en las misteriosas soledades del valle del Nilo, en el antiguo Egipto; en las altiplanicies de la India; en las playas lejanas del Asia, en la antigua Grecia; y también en la legislación del pueblo elegido por Dios, Israel, donde la ley mosaica permitió la disolución del matrimonio, a causa de la dureza de los corazones. Pero siempre el divorcio iba acompañado de los mismos resultados: desgarro y dolor en las familias disueltas.


En nuestro siglo y en medio de esta gran crisis mundial de valores sin precedentes, los índices de divorcios son brutales y acentúan fuertemente el resquebrajamiento de las familias, bases de nuestras sociedades, con consecuencias sociales desastrosas que incluyen aumento en los índices juveniles de drogadicción, incremento de las deserciones escolares, embarazos precoces, y delincuencia juvenil, sin hablar de los traumas psicológicos posteriores, las depresiones, y los intentos de suicidios relacionados.


El diseño divino para el matrimonio ha sido sistemáticamente atacado durante el curso de la historia, pero en este siglo, y de manera particular en esta última década, el choque ha sido frontal. El sistema humanista, jugando con la percepción humana que considera lo legal igual a lo moral, ha fabricado un modelo alternativo de familia, y se ha empeñado en legalizarlo. Pero que se haga legal ante las leyes no significa necesariamente que se haga moralmente aceptable.


Los grupos promotores de estos diseños paralelos, han venido presionando en las diferentes esferas del poder mundial, para cambiar las legislaciones actuales y rehacerlas como un traje a la medida, que se adecúe a sus intereses particulares. De este modo, parejas homoparentales, (formadas por dos hombres o dos mujeres) pueden casarse legalmente y convertirse en progenitores, de uno o más niños, a través de la adopción, inseminación artificial, o vientres alquilados, estableciendo según ellos un “nuevo modelo de familia más inclusivo”.


El matrimonio homosexual se hizo legal en 30 países, hasta el año 2019, una lista a la que se suman una docena de estados que permiten las uniones civiles de personas del mismo sexo, con derechos iguales o similares a los del matrimonio, pero sin esa denominación. El último país en reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo ha sido Ecuador.


La Biblia describe que estos últimos tiempos serian críticos y difíciles de manejar y que además se asemejarían a los tiempos de Noé en donde la degradación moral y el pecado estaban en su máxima expresión. No obstante así como Noé se levantó en su tiempo y proclamó las verdades de Dios, nosotros como Iglesia queremos hacer oír nuestra voz para proclamar las verdades divinas sin temor en todo el mundo, para defender el modelo de familia tal como la diseñó nuestro Hacedor originalmente.



Héctor Colombo

Departamento de Redacción NotiCristo


Diseño: Publicaciones Gentile

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