“Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres”
(Juan 8:36 DHH)
Si a muchos de nosotros nos preguntaran si alguna vez hemos pasado por alguna adicción probablemente responderíamos que no. No obstante, si has estado enamorado, entonces deberías responder afirmativamente a esta pregunta. Un cerebro profundamente enamorado funciona como el de una persona adicta: el foco principal de atención es hacia la persona objeto de nuestra devoción, todos los recursos se dirigen hacia ella, tiempo, dinero, afectos; estemos donde estemos y hagamos lo que hagamos, la mente nos traiciona y vuelve a los recuerdos de esa persona tan especial, nuestro cuerpo ansía verla, estar con ella, tocarla, sentirla, y cuando por fin estamos juntos nos aislamos del mundo, todos los problemas y malestares desaparecen y experimentamos un estado de plenitud y felicidad.
¡Así funciona el cerebro de un adicto! Solo que las consecuencias de la adicción a drogas o a conductas obsesivo-compulsivas son mucho más negativas y prolongadas en el tiempo que las consecuencias del enamoramiento, afectando a todos los ámbitos de la persona (pérdida del trabajo, deudas económicas, rechazo social, ruptura de pareja, maltrato infantil, conductas violentas, problemas médicos y un profundo vacío espiritual, entre otros).
¡Las adicciones esclavizan! Y es terrible ser un cautivo de las adicciones. Casi sin excepción, todos los que han caído en esa trampa descubren, en algún momento de sus vidas, el tremendo error en que cayeron. Reconocen que pierden más de lo que ganan y luego sufren la angustia de no saber cómo escapar de ese infierno que les destruye la dignidad, la autoestima y los convierte, progresivamente, en bazofias humanas.
Sin embargo, ¡Es posible ser libre de las adicciones! Jehová, el Todopoderoso, el Creador de todas las cosas, las que se ven y las que no se ven, Él es el único que puede hacer lo que es imposible para los seres humanos.
El apóstol Pablo escribió: “Cuando éramos totalmente incapaces de salvarnos, Cristo vino en el momento preciso y murió por nosotros, pecadores” (Romanos 5:6 NTV). Es así que, el primer paso para superar cualquier adicción es reconocer nuestra incapacidad y debilidad para dejar de ser esclavos.
Cuando el adicto grita desesperadamente: “¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?” (Romanos 7:24 NTV), la liberación vendrá de Jesús, quien destruyó el poder del pecado en la cruz.
Asimismo, es preciso que aquel que ha estado esclavizado por alguna adicción, confíe en que Dios transformará su vida física, emocional, mental y espiritualmente (“Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo”. 2 Corintios 5:17 DHH).
Pero también será necesario pedir la ayuda divina para vivir una vida disciplinada y así ser capaces de vencer los propios impulsos (“Pido en oración que, de sus gloriosos e inagotables recursos, los fortalezca con poder en el ser interior por medio de su Espíritu”. Efesios 3:16 NTV). Dios hará su parte, pero será preciso que nosotros hagamos lo que nos corresponde.
Cuando luchamos contra adicciones poderosas y destructivas, es necesario tener el apoyo de alguien que lo sepa y esté de nuestro lado. Esa persona de confianza será nuestro mentor o consejero. Debe ser una persona lo suficientemente amorosa y humilde como para confiarle un secreto tan grande. Tenga cuidado de escoger a alguien que no empeorará el problema. Es importante acotar en este punto que algunas adicciones son peligrosas para la salud y también requieren de intervención profesional. En tales casos es importante buscar ayuda competente además de un mentor.
Otro aspecto importante es estar conscientes de que las recaídas, especialmente durante los primeros meses de lucha contra la adicción, son tan inevitables como frustrantes. Una adicción que se ha estado alimentado por diez años difícilmente desaparecerá de la noche a la mañana. Es entonces cuando los mentores son especialmente necesarios. Ellos pueden ayudarnos a superar los deslices y continuar en la dirección correcta. Pero es nuestra responsabilidad arrepentirnos de cualquier recaída y, con la ayuda de Dios y nuestro mentor, hacer todo lo necesario para que no vuelva a ocurrir. Dios recuerda que somos polvo (Salmo 103:14), pero también sabe que los justos no se quedan caídos, sino que se levantan cada vez (Proverbios 24:16).
Finalmente, es necesario reemplazar el falso placer por una meta espiritual. Cuando estamos tratando de dejar una adicción, algo tendrá que llenar el gran vacío que el placer falso dejará en nuestra vida. Necesitamos aprender a reconstruir los placeres naturales, incluyendo nuestras relaciones afectuosas con otros y nuestra relación con Dios. Y lo que es más importante, desarrollar el hábito de ayudar a los demás. Dar a otros puede convertir algo terrible en algo bueno. Es una oportunidad para que nuestro sufrimiento como adictos no sea en vano.
Es posible ser libres de la esclavitud de la adicción. Así que adviértaselo a la adicción: ¡ya no eres bienvenida!
Pr. Rigoberto Venegas M.
Iglesia Tierra de Gracia. Cabudare-Venezuela
Departamento de Redacción NotiCristo
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