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Marco Gentile

Alabar a Dios en las Dificultades


Alaba a Dios en las dificultades

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien. (1)


La mayoría de nosotros reaccionamos con tristeza cuando se presentan en nuestra vida las grandes catástrofes. Pensamos, con cierta melancolía, que hemos sido el blanco desafortunado de algún designio que no merecemos.

Otros se culpan a sí mismos, buscando argumentos y situaciones por las cuales la desgracia les ha sobrevenido. Y no faltan los llamados “Amigos de Job”, que se te acercan para analizar cuál de tus pecados es la causa de tu dolor.


Vale la pena considerar que Jesús nos advirtió: “En el mundo tendréis aflicción”, (2) con lo que parece haber dado un consejo, para algunos velado: La tristeza es parte de la vida, llega y se instala, te afecta y trastoca tu sanidad. Y aunque sabemos la segunda parte de ese versículo: “más confiad, pues yo he vencido al mundo”… Nos queda la duda de si tendremos o no el mismo carácter de Cristo para vencer al mundo.


Nos es algo fácil alcanzar el carácter de Cristo, lo anhelamos, sí, y libramos una batalla diaria contra nuestra naturaleza pecadora, como buenos discípulos del Maestro; pero sería vanagloria asegurar que nuestra madurez espiritual se parece a la de Él.


Entonces, ¿cómo vencer al mundo y su aflicción sin haber alcanzado tamaña comparación?


La respuesta es sencilla, quizá tan sencilla que parece sacada del sombrero de un mago de circo:



Jesús fue tan humano como tú y como yo, tuvo hambre y frío, sufrió dolor y también tuvo miedo. Recordemos cuando estando en la víspera de su captura, aquella amarga noche donde sudaba sangre, sabiendo que pronto le entregarían a sus enemigos y le harían pasar por insoportables torturas y vejámenes… Él sintió pavor en su corazón y dijo:


“Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú”. (3)


Se trataba de una oración sin respuesta, porque Jesús sabía que era necesario que él entregara su vida para la salvación de todos nosotros. Él sabía que lo haría, pero su carne temblorosa pronunció esas palabras en un estado de afectación muy profunda, tan profunda, como ese temor que nos ataca cuando se avecina una prueba gigante sobre nuestra vida.


Jesús puede entender tu nerviosismo porque él lo vivió. Y por medio de Él Dios se reconcilió contigo y conmigo. A pesar de tener una naturaleza completamente divina, en la venas de este hombre de Galilea fluía toda nuestra sangre humana…

¿Qué dios mitológico encarnaría la muerte por su creación, así como el Dios nuestro?

¿Esta tribulación temporal, será más grande que nuestro Creador?

¿Y será eterno el sufrimiento para nuestra alma?


La salvación. Esta palabra responde a todas las preguntas, porque es la respuesta a todos los males y peligros. Dios nos rescata, nos redime y nos saca de la aflicción, solo es cuestión de tiempo, por eso debemos confiar en que llegada la hora, Él moverá su mano y apartará las aguas del miedo para que pasemos a la tierra prometida.


Ya sea un problema de salud que amenace tu vida, un vacío que no puedas llenar, o la simple pérdida de aquello en que tus ojos se regocijaban… Nada puede alejarte del amor de Dios (4). Aunque tus ojos terrenos no puedan verlo, y tus oídos mortales no logren escuchar su voz en el aire, toda la creación canta a una sola voz el amor que nos tiene (5), y de cómo nos abrazará algún día cuando ya podamos verle en espíritu.


Basta con mirar una montaña y alabar su creación, susurrar solo para Él una pequeña oración de agradecimiento. Inhalar el perfecto aire que creó para que tu cuerpo funcionara, sin que tengamos memoria de ello… La belleza de la vida inunda tus sentidos, solo basta aclarar un poco la vista, apaciguar las voces del enemigo acusador, reconocer tu fragilidad ante Dios y enviarle la alabanza más hermosa que puedas pronunciarle, sea en palabras, o con el corazón.


Dios conoce el contenido más sensible que esconde tu alma (6), y tiene la misericordia más basta que imaginación alguna pueda concebir. El dolor, el temor, la incertidumbre… Todo está al alcance de su Poder, para Salvarte y deslastrarte del lodo pegajoso.


Jesús vivió un infierno para regalarme el cielo. Yo confiaré en su promesa, y le entregaré mi alma para que Él se haga uno conmigo, así como Dios es uno con Él. (7)

Alabar a Dios en las dificultades es la acción más poderosa, la estrategia más inteligente y el valor más encomiable que una persona puede hacer en medio de la tribulación. Es valentía pura, integridad y honrosa humildad… Porque Dios no quiere hacernos más fuertes para vencerlo todo; quiere que seamos más sensibles para entender su amor.


Así que cuando nos asalten las dudas, y la mente nos quiera jugar una celada, y el corazón agitado retumbe dentro de nuestro pecho… Cerraremos los ojos y diremos:


“Hermoso y Poderoso Dios de mi Salvación, gracias por la vida, te Alabo Padre, te alabo Jesús, te alabo Espíritu Santo…”



Autor: Marco Gentile

San Felipe, Venezuela


Diseño: REDACTRÓNICA


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Notas al Pie:

Versión de la Biblia Reina Valera 1960


1: Salmos 13.

2: Juan 16:33.

3: Marcos 14:36.

4: Romanos 8:39.

5: Salmos 19:1.

6: Hechos 15:8.

7: Juan 17:22.

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