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Marco Gentile

Antimanual para dejar de ser un Infeliz


Cuando era joven, amaba la cadencia, poetizaba el dolor, el desvelo, el sufrir el universo en mis venas. Tenía un gran vacío que llenar, mundos que visitar, grandes montañas que escalar...


El futuro era negro para mí, el pasado estaba lleno de vergüenzas, solo el presente y su incertidumbre tenía ese brillo y esplendor que me resultaba agradable, porque podía hacer algo con él.


Para mí la experimentación y las grandes pasiones, eran las únicas cosas que permitía anidarse en mi pecho, por eso me volcaba con todas mis fuerzas sobre ellas, dedicándoles hasta la última gota de mi atención y desvelos. El desconocimiento del mundo era para mí la razón de su belleza.


Y un día, como si de repente se me cayeran las escamas de los ojos, más o menos a los 30 años, me dije: “Ya he vivido suficiente y no he construido nada”.


Entonces revisé todos mis pasos, y noté que había estado obviando los consejos de Dios, y descubrí que Su sabiduría era infinitamente más efectiva que la mía.


Noté que aprendí muchas cosas, pero no fui constante en ninguna, así que me hice perseverante.


Noté que sufría por lo que esperaba y no llegaba, así que me organicé como si la vida fuera un trabajo.


Noté que no me había hecho las preguntas correctas, y me las hice: ¿Qué quiero ser? ¿Qué quiero hacer? ¿A dónde quiero llegar? Solo así pude ver el horizonte.


Noté que el dolor no es belleza, solo es llanto.


Noté que es preferible sufrir por tener decisión que vivir en ascuas por indeciso.

Noté que las cosas que faltaban en mi vida, no era por culpa de nadie, era mi entera responsabilidad, así que empecé a prepararme en todo aquello que quería, así fuera solo un pasito a la vez.

Y al cabo de un tiempito, de notar estas cosas y hacer ligeros cambios, llego LA SEGURIDAD, esa que te da el combustible para decir: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.


Es allí cuando entiendes que la sabiduría llega como consecuencia de vivir, pensar, reflexionar y sopesar las cosas. Y si ese proceso está acompañado de la Palabra de Dios, es más rápido y más profundo.


Todos pasamos por el torbellino de la juventud, pero solo algunos llegamos a decantar las aguas y ver el fondo de nuestra esencia.


Una vez que has visto el fondo del mar, ya no necesitas la aprobación del hombre, con la de Dios te basta, y adquieres esa inteligencia que es capaz de pensar sin lastre, sin complejos y crear cosas de la nada.


¿Quieres domar tu espíritu y dejar de ser un Infeliz?

Dale a Cristo las riendas de tu mente.



Autor: Marco Gentile

Diseño: Desiree Tarrio



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