“… Y los filisteos volvieron a venir, y se extendieron en el valle de Refaim. Y consultando David a Jehová, él le respondió: No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos. Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado.”
2 Samuel 5:22-25a (RVR1960)
Los filisteos habían sido derrotados en una batalla reciente narrada en los versículos anteriores, pero volvieron a venir a dar batalla. Dios los había entregado en manos del ejército de Israel y David y sus hombres quemaron los ídolos que los filisteos habían dejado allí.
Entre tantas cosas que podemos aprender acerca del rey David es su dependencia total y absoluta de Dios. De nuevo consultó al Señor antes de ir a la batalla para asegurarse que Dios estaba en el asunto y le daría la victoria. La primera vez Dios le autorizó a enfrentarse directamente a los filisteos, pero esta vez le dio una orden muy específica: “No subas, sino rodéalos, y vendrás a ellos enfrente de las balsameras. Y cuando oigas ruido como de marcha por las copas de las balsameras, entonces te moverás; porque Jehová saldrá delante de ti a herir el campamento de los filisteos. Y David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado” 2do Samuel 5:22-25ª
¡Esto es realmente impactante! ¿Qué te imaginas cuando Dios dice ruido como de marcha? ¡Yo me imagino un ejército! Es evidente para mí que Dios está enviando delante de David a su ejército de ángeles para ayudar a pelear la batalla espiritual y física que le toca enfrentar al ejército de Israel. Sí. También batalla espiritual.
Muchas veces cuando leemos de esas batallas del Antiguo Testamento, solemos enfocarnos sólo en el enfrentamiento físico con el enemigo, pero dejamos de lado el hecho de que hay un enemigo invisible detrás.
Es tal como dice en Efesios 6:11-12 “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.
Por eso, el Señor le dice a David: ¡saldré delante de ti! Es la mejor compañía que un guerrero podría necesitar, es el Dios Omnipotente, es decir, el que todo lo puede, el Comandante en Jefe de los escuadrones de Israel, ¿cómo podría salir derrotado? ¡Nunca!
Pero hay algo muy importante también, David obedeció a la instrucción de Dios, la Palabra dice: David lo hizo así, como Jehová se lo había mandado. El consultar a Dios y la obediencia a esa respuesta de Dios, fueron los factores clave del triunfo en esta batalla.
Aunque en nuestra vida diaria quizá no nos enfrentamos físicamente de la manera en la que David lo hacía, todo creyente vive una batalla espiritual, una guerra constante con un ejército invisible.
No podemos derrotar a ese enemigo en nuestras fuerzas, pero necesitamos apropiarnos de la armadura que se menciona también en el capítulo 6 de Efesios. ¿Cómo consultas al Señor acerca de las decisiones de vida, los conflictos relacionales, laborales y los problemas económicos y de cualquier índole? ¿Cómo ponerte esa armadura? A través de apropiarte de la Palabra de Dios, meditándola y confesándola en oración, podrás conocer las estrategias de Dios para la batalla.
Y hoy, aunque no vayas a las balsameras (una especie de árbol de Israel, traducido en algunas versiones como álamo) a escuchar el ruido de la marcha del ejército celestial, puedes ir a la Palabra y encontrar en ella las tácticas con las cuales podrás vencer al enemigo. Porque no es con tus fuerzas, sino que el Dios de los ejércitos va delante de ti.
¿Cuáles son tus luchas y conflictos? Recuerda, detrás de la mayoría de los problemas con otros seres humanos está el enemigo de nuestras almas así que apropiémonos de la armadura correcta:
“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.”
“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” Efesios 6:13-18.
Beverly Guevara
Cúcuta, Colombia
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