Serie: Memorias Médicas
#5. Emociones
Para el 10 de febrero de 2020, el equipo de epidemiólogos, infectólogos, médicos internistas, y directores de salud del Estado Bolívar fuimos llamados a una reunión urgente. Punto único a tratar: Protocolo de salud, ante la entrada al país, del Covid-19.
Fueron momentos de angustia, incertidumbre, temor, y ansiedad. Nos enfrentaríamos a un enemigo nuevo, del cual no se tenía ninguna información certera. Una enfermedad emergente.
Salir de noche con todo un equipo de salud, vestida de astronauta (como decía yo), para tomar muestras, registrar pacientes, hacer cerco sanitario, y capacitar al personal de Salud, era parte de un trabajo que me gustaba, pero que a la vez me atemorizaba.
Todo epidemiólogo quiere "vivir" una epidemia y/o pandemia por lo que representa para su experiencia de aprendizaje, pero de preferencia, una que se pueda controlar y que no sea tan virulenta y letal.
Fuimos testigos de millones de casos y muertes a nivel mundial, miles de casos y muertes a nivel nacional y la amenaza constante, con muchas muertes y más casos a nivel regional. Pude sentir la muerte cerca, y percibí su aliento rozándome, cuando falleció mi jefa inmediata, primera médico del estado que fallecía debido al Covid-19.
Fueron momentos de gran angustia. Sentí temor, rabia, decepción, impotencia, incertidumbre y muchísimo dolor. Y entonces brotó de mi interior la pregunta: ¿Para qué está sucediendo esto? y empezaron a surgir junto con ella, otro sinfín de "¿Para qué?".
Todos nos hemos sentido con un sin número de emociones a flor de piel desde que inició la pandemia, sin saber qué hacer, pensando si nos corresponderá encontrarla de frente, si tocará a nuestra familia, si podremos vencerla en caso que nos toque luchar contra ella.
Pero en medio de todo ese dilema mental, y esas batallas emocionales, es Cristo quien nos puede dar fuerzas para seguir y soportar todos esos embates, contrarrestando todas las emociones que podamos estar sintiendo.
Las emociones se sienten, se reconocen, y se aceptan; pero también se controlan. Dios nos da el poder para hacerlo. Su palabra dice en 2 Timoteo 1:7 "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio."
Y entendí que no tenía por qué avergonzarme de lo que sentía. Y al comprenderlo, agradecí porque me di cuenta que aún tengo sentimientos. Y eso me hace más humana. Me hace ser más empática con el dolor ajeno.
Como seguidora de Cristo Jesús, el dolor y los sentimientos, me hacen depender totalmente de Jesús y de su fuerza. Desarrollando fe en la certeza de saber que Dios es Fiel y que siempre me sostendrá.
Así que reconocí el miedo, clamé a Dios para que me librara, y un día pude leer su respuesta: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo, siempre te ayudaré, siempre te sostendré con la diestra de mi justicia”.
Y solo entonces pude obtener una respuesta, entendí un "¿Para qué?" de los que había preguntado. Uno de los propósitos de esta pandemia, era para que yo pudiera escribir este testimonio de como Dios me ha guardado.
¡Aleluya!
Dra. Ilen Mata Millán
Médico Familiar, Epidemiólogo
Dpto. de Redacción NotiCristo
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