¿Sientes que por mucho tiempo has estado buscando algo sin haberlo encontrado? Alcanzar la felicidad, suplir una necesidad, llenar un vacío… todas son maneras de mostrar un deseo que como humanos tenemos, y de un mal que en algún momento todos padecemos: insatisfacción crónica.
La vida humana comienza dejando en claro que no venimos con pocas necesidades. Basta con observar el comportamiento de un bebé recién nacido: Sin importar quien lo rodea y sin saber siquiera su nombre él hará notar rápidamente su deseo de alimentarse y de estar bien pegado a esa mujer que luego llamará mamá.
A medida que avanzamos y crecemos pareciera que lejos de llegar a algún lugar de manera definitiva, siempre habrá que moverse hacia lugares más adecuados y pertinentes, ya que las necesidades y deseos irán siendo suplidos de manera que pronto nos demos cuenta que lo que queríamos ayer, ya no lo deseamos, ni necesitamos con tanta premura hoy.
Pero reconocer ese hecho no hará que dejemos de querer otras cosas para hoy. ¿Qué nos muestra eso? ¡Insatisfacción crónica!
¿Qué sucede con nosotros en la vida que asumimos que en algún momento nos ha de llegar el día en que tengamos eso que tanto deseamos, y entonces experimentaremos por fin esa satisfacción plena y permanente que tanto buscamos?
Si podemos aceptar que una y otra vez ese deseo persistirá, entonces encontraremos la inmensa oportunidad de ver más allá de lo que ven los ojos humanos y concluiremos que lo terrenal tiene fecha de vencimiento, pero que definitivamente hay algo más que no se consigue estudiando dedicadamente, ni trabajando sin descanso.
Insatisfacción Crónica de lo eterno
Somos creación de Dios y por lo tanto desde el momento en que Él decidió soplar hálito de vida en nosotros, hemos quedado amorosamente presos e imperiosamente necesitados de lo que es Su esencia eterna.
Nuestra necesidad no satisfecha, pone en evidencia nuestra carencia de lo eterno. Buscamos lo trascendente, no queremos pasar por este mundo siendo desapercibidos. Pero es terrible pensar que con el paso del tiempo, menos espacio tenemos para alcanzar lo que queremos.
A veces por no identificar nuestra verdadera necesidad: La vida eterna, andamos buscando suplir su carencia con cosas de menos valor: Fama, dinero, placer… o por medio de relaciones que no nos satisfacen, o personas que nos hagan sentir amadas.
En la Biblia observamos esto claramente cuando en el evangelio de Juan, en el capítulo 4, Jesús mismo se encuentra con una mujer en un pozo de agua, e inician una charla muy interesante.
La mujer tenía una vida llena de insatisfacciones, había tenido cinco maridos y estaba viviendo con otro sin casarse. El maestro lejos de querer juzgar su conducta la lleva a revisar en su historia una constante búsqueda de lo espiritual y eterno: amor, protección y compañía; poniendo en evidencia lo que ella no había podido encontrar.
Lo suyo era una sed que no se satisfacía con la conquista de nuevos compañeros amorosos. Y eso fue lo que Jesús de manera tan simple y clara le manifestó, señalándole su necesidad de beber del agua viva que saciaría por siempre su alma sedienta.
Jesús le dijo, en alusión al pozo, pero también a su forma de buscar amor: "Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, más todo el que bebiere del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás..."
Imagina no sentir más ese vacío, esa sed recurrente, esa insatisfacción crónica. Piensa cómo sería tu vida sin la presencia de esas dudas existenciales que no te dejan avanzar. ¿Te haría sentir mejor saber que también tú puedes beber del agua viva que sacie todo tu ser?
Imagina que hubiera algo que llene todo tu deseo de sentirte en la plenitud del amor, y en la total expresión de tu felicidad… Imagina que se aparece en tu vida Jesús para mostrarte que hay algo más aparte de eso que has estado buscando, pero que solo te ha dejado dolor y disgusto.
Tener un encuentro con Jesús, como la mujer samaritana, es lo que más necesitas. Beber de su vida para saciar la sed espiritual que padeces hasta tener la seguridad de haber encontrado a quien le da plenitud, sentido y deleite a tu existencia, es sin duda la experiencia más trascendental y esperanzadora que puedes llegar a disfrutar.
Sin importar cuáles son tus carencias, o tus más profundas necesidades, la insatisfacción que sientes solo podrá ser colmada por una persona: Jesús. La Biblia establece una promesa que alcanza también para tu sediento corazón. Él es el agua de vida que estás buscando.
La promesa que contó para la samaritana, hoy cuenta para ti también: Bebe de Él completamente, y no tendrás sed nunca más.
¿Qué te parece si inicias hoy una relación con Jesús, la fuente de vida eterna? ¿Por qué no te das la oportunidad de conocerle y pedirle que llene tus vacíos con su plenitud? Hoy es el mejor día para tener tu encuentro con Él. Y puedes tenerlo justo allí, al lado del pozo incorrecto, que hasta hoy has recurrido.
Empieza por darle lugar en tu vida. Toma tiempo para leer su Palabra y para entablar una conversación personal con Él. Atrévete a hacerle preguntas, y permanece atento a sus respuestas.
No trates de evadir tu verdadera necesidad delante de Él, ni procures esconderte detrás de las teorías de una religión inexistente. Si le buscas, pronto te darás cuenta que no está lejos de ti. Y cuando lo encuentres, hallarás que en ti se abre también una fuente, que saltará para vida eterna.
Autor: Pamela Amador
Buenos Aires, Argentina.
Diseño: REDACTRÓNICA
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Buen artículo...!