Serie: “¿Me voy o me quedo?”
Capítulo 1: La Realidad del Migrante
¿Estás pensando en irte, pero quisieras quedarte? Este conflicto lo ha experimentado una gran cantidad de personas en Venezuela, y es un dilema que los consume de día y de noche; como una brasa ardiente en medio de sus pensamientos.
No estaría exagerando si dijera que cada uno de nosotros tiene más de un familiar en el exterior. Yo tengo dos hijos y una hermana viviendo en Santiago de Chile, tíos y primos en el Perú, y un sinnúmero de amigos desperdigados por Latinoamérica; personas que decidieron dejar atrás todo lo que tenían para buscar un mejor futuro en otras tierras.
Sin embargo, mi apreciado lector, con esta Serie no pretendo influenciar a nadie sobre la decisión de quedarse o irse del país. Ambas son elecciones que cada persona tiene el derecho de tomar. Emitir algún juicio de valor sobre este asunto, más que descabellado, sería una necedad.
Quienes deciden quedarse luchan contra un sistema demoníaco que pudre y consume todos sus esfuerzos, manteniéndolos ocupados en la inmediatez de la necesidad.
Ni siquiera el más romántico de los optimistas puede ocultar los números de nuestra crisis: El Observatorio de Migración Venezolana, junto a la OEA, aseguran que más de 7 Millones de venezolanos han salido por las fronteras. 80% del PIB (Producto Interno Bruto) se ha reducido en los últimos 7 años. El 85% de los connacionales vive en pobreza crítica, y la ONU indica que en Venezuela se vulneran de manera sistemática los derechos humanos; todo esto, bajo el amparo de las instituciones que deberían protegerlos.
Hasta aquí has visto una cara de la moneda, del otro lado están los que se van:
Parece mentira que Arturo Uslar Pietri anticipara hace casi un siglo nuestra desgracia, cuando escribió en “Las lanzas coloradas” este poderoso párrafo:
“La tierra de Venezuela va a ser destruida y los hombres huyen, huyen con la obstinación de los locos, de los empavorecidos, temiendo que el esqueleto se les vaya escapar de la carne”.
Los que se han ido dejan de ser víctimas de nuestro sistema, pero pasan a serlo de otro igualmente sanguinario… La Diáspora: Pierden los derechos de su ciudadanía, sufren la crueldad de la xenofobia, del esclavismo laboral y sexual, el dolor anónimo, y la “ruleta rusa” donde cualquiera puede “jorobarte” en completa impunidad, sin dolientes, ni instituciones serias que garanticen tus derechos.
Un alto porcentaje del rebaño que se adentra en el continente es pescado por la mafia local, para robarles, estafarles y quitarles la poca dignidad que llevan en la mochila.
La menor variación en su vida los deja sin techo, sin empleo, incluso sin medios de subsistencia. Muchos han tenido que pasar épocas de refugiados. Numerosos profesionales y técnicos se convirtieron en vendedores ambulantes, e incluso han experimentado la mendicidad.
Un amigo mío, que aquí era un afamado doctor, me confesó que estando en Perú trabajó como vigilante. No consiguió empleo como galeno porque el proceso para la acreditación del título de doctor es lento y burocrático.
Con algo de vergüenza me admitió que tuvo que hacerse pasar por bruto, porque si descubrían que era un médico lo botaban al instante, con el alegato de que estaba humillando su profesión al rebajarse trabajando como guardia de seguridad.
¿Te has preguntado, por qué nos humillan tanto en el exterior? La respuesta es muy sencilla: Somos muchos.
Cuando empezó la diáspora, los primeros que lo intentaron tuvieron las mejores oportunidades. Los países aprovecharon la oleada de profesionales y enriquecieron sus economías con mano de obra y personal altamente calificado. Además, los venezolanos iban “a trabajar” y rápidamente lograron establecerse y progresar.
Eso creó la matriz de opinión de que era un éxito seguro si salías de Venezuela. Pero a medida que el flujo de migrantes creció furiosamente, ya no había plazas de empleo, la capacidad de viviendas y habitaciones se redujo, y como con todo lo que escasea… Los muchos terminan peleándose por lo poco.
Si el día de mañana, los 30 millones de venezolanos decidieran irse, no podrían, porque ningún país o conjunto de países tiene la capacidad para recibirlos. De este modo el que decide irse debe saber que tiene un 87% de posibilidades de fracasar en los primeros 3 meses. Un 64% en el primer semestre, y un consolador 48% en el primer año.
Un 92% se quedará sin habitación al menos dos veces por año.
El 80% será despedido sin preaviso en su primer empleo.
4 de cada diez familias se separarán en sus primeros 2 años, lo que representa una tasa de divorcios o rupturas del 40%.
El 50% de las personas asegura que fueron engañados y abandonados por quienes les prometieron ayudarlos a establecerse en el exterior, y cuando llegaron tuvieron que salir adelante de manera solitaria.
90% de las familias presenta graves crisis de depresión por la separación del núcleo familiar, incluso se han presentado suicidios infantiles, algo muy extraño en la población venezolana.
Y no quiero seguir hablándote de estas miserables estadísticas. Pero si soy franco para decirte los problemas de permanecer en esta tierra, también debo ser sincero para mostrarte La Realidad del Migrante.
Imagino que estarás pensando: “Entonces, si no nos agarra el chingo, ¿lo hace el sin nariz?”
La vía alterna entre estos dos dilemas es Dios. Si andas por tu cuenta siempre serás víctima de la maldad, y padecerás la persecución de los desprotegidos. Pero si deseas habitar “al abrigo del Altísimo”, fíate de lo que Dios promete en el libro de Génesis:
“Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Génesis 28:15.
Dios tiene un plan contigo, y si encuentras tu propósito en Él, serás del tamaño de cualquier reto que se avecine. En el siguiente capítulo te obsequiaré una técnica para descubrir si tu destino es compatible con lo que estás pensando… Si la motivación que te impulsa es suficiente para salir victorioso, en fin; si lo que estás cocinando huele bien, o huele mal.
Marco Gentile
Dpto. de Redacción NotiCristo
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