La idea de que la Tierra está viva probablemente es tan antigua como la humanidad. De hecho en la mitología griega se habla de la diosa Gea, que significa la madre Tierra. Sin embargo, la primera expresión de este concepto como un hecho científico no fue emitida sino hasta mediados del siglo XX más específicamente en el año 1969, por el científico inglés James Lovelock quién planteó una teoría donde sugiere que la tierra es capaz de regular su propia vida a través de los organismos más pequeños”.
Poco tiempo después esta teoría fue reforzada por la estadounidense Lynn Margulis con sus estudios sobre microbiología, su argumento principal dice que, igual que hace el cuerpo humano, “la Tierra regula su propia vida a través de los organismos más pequeños”.
Esta teoría ha recibido el nombre de Gaia haciendo alusión a la antigua diosa griega de la tierra, Gaia, pero no fue Lovelock ni Margulis quienes la bautizaron de esa manera, sino el escritor William Goldin, autor de “El señor de las moscas”, un amigo de Lovelock que constantemente lo motivó y siguió de cerca sus trabajos.
Desde su nacimiento, la teoría Gaia ha atraído a férreos adeptos dentro de la comunidad New Age y tras su publicación comenzaron a aparecer libros sobre jardinería Gaia, retiros Gaia, iglesias de Gaia, música, arte, grupos de ecologistas radicales y eco feministas; e incluso líderes religiosos.
El hecho de que el movimiento metafísico y el de la nueva era hayan abrazado esta teoría ha ocasionado que la mayoría de los representantes de la comunidad científica la rechacen y la vean con recelo. Haciendo que la misma biología evolucionista sea su más grande detractora, pues la teoría Gaia atenta contra el aceptado paradigma darwiniano que pone en el centro de sus explicaciones a la supervivencia de los organismos, y no a la cooperación entre especies. Es por ello que los científicos evolucionistas se niegan a creer que las plantas producen dióxido de carbono “por el bien de la tierra”, y en cambio, prefieren afirmar que eso es solo “un comportamiento funcional” de las plantas.
Para la Cosmovisión Bíblica, el problema que presenta la teoría Gaia, es que sobredimensiona la creación sin dar crédito al Creador, como dijo Pablo a los romanos: “han honrado y adorado las cosas creadas por Dios y no a Dios mismo, que las creó y que merece alabanza por siempre. Amén"1
Al parecer esta teoría ha dado origen a una especie de sincretismo entre ciencia y metafísica, donde ambas pretenden mostrar “lógicamente” a la tierra, como un organismo vivo y no en un sentido figurado, sino real; con todas las características que definen a un ser vivo e inteligente: que nace, crece, se desarrolla y muere. Afirmando además que la tierra ha sido capaz de reproducirse y expansionarse por sí misma, desplegando su propia inteligencia.
Ellos también afirman que al igual que una célula ignora que forma parte de un ser superior e inteligente, nosotros los seres humanos, también ignoramos que somos células de un ente superior, la tierra (a la que algunos deifican), quien nos ha creado para su objetivo de expansión por el universo.
Sin embargo, resulta un tanto contradictorio, que estos creyentes metafísicos estén dispuestos a creer que una entidad proveniente de la mitología griega, sea preexistente y poderosa, o que estos científicos consideren plausible creer que la tierra haya hecho de sí misma un ser inteligente y autosuficiente, capaz de crear y albergar vida, y ambos se nieguen a aceptar la existencia y permanencia de un Dios sobrenatural y eterno que creó no solo la tierra, sino también el cielo, el mar, y todo lo que en ellos hay.2
Pero es reconfortante ver como estos grupos, de una u otra manera, han llevado este asunto al plano de la fe, y como la fe es “la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve” 3 sin lugar a dudas ellos necesitan tener tanta o más fe que los creyentes en un Dios Creador de todo, para sostener sus postulados.
Es innegable que el planeta tierra opera sustentado en un diseño sistemático muy complejo e inteligente, que demanda toda la ciencia humana para entenderlo y explicarlo. Pero también es cierto que para empezar a comprenderlo hay que estudiarlo como subconjunto de un sistema mayor, que incluye al resto del universo, y que evidencia la inteligencia y preexistencia de un Creador, superior a la tierra, que diseñara, pusiera en marcha y mantuviera funcionando, no solo al globo terráqueo, sino a todo el conjunto universal.
La Biblia nos revela en su primer párrafo que este Creador es el Dios del universo, que en el principio creó los cielos y la tierra,4 y luego nos dejar ver que Él planificó, diseñó, formó, sostuvo, y aún sustenta todo, con la palabra de su poder5, sentando muy claramente una verdad insoslayable: Es Dios, el único ser vivo, omnipotente y eterno, capaz de crear y sustentar la vida, en la tierra, pero también en el mar y en los cielos, y en todo el resto de la creación.
1 Romanos 1:25
2 Hechos 17:24
3 Hebreos 11:1
4 Génesis 1:1
5 Hebreos 1:3; 11:3
Héctor Colombo
Dpto. De redacción de Noticristo
Diseño: Desiree Tarrío
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