No existe pánico en el cielo. Cuando le haces a Dios una pregunta, la respuesta puede llegar de donde menos la esperas, o de todas partes.
La noche había sido larga y el amanecer me encontró filtrado de muchos ruidos que me impedían escuchar la voz de Dios. Recuerdo que le pregunté:
- “Señor… ¿Cuál es tu voluntad? Por favor respóndeme claramente; no lo dejes a mi interpretación, mira que la mente de un escritor es un hervidero de divagaciones, en donde la imaginación es capaz de inventar diez mundos similares por cada hipotético, y todos esos mundos podrían tener asidero bíblico…”
Mi teléfono sonó con un mensaje. Era mi esposa, la primera persona cristiana que echó mano de su fe y conocimiento de Dios para responder todas mis dudas, cuando llegué completamente roto a los pies de Jesús. Era ella, la que se convirtió en mi amiga en la universidad y supo responder con inteligencia y sabiduría las interrogantes que mi mente desordenada y bohemia tenía sobre el Evangelio. A ella no la sobrepasó mi intelecto ni la montaña de libros que me había leído, no la desconcertaron mis palabras cargadas de abismos y dudas; en lugar de ello sabía escoger con pinzas los versículos que echaban por tierra mis elucubraciones o respondían con la claridad del aire mis interrogantes, y gracias a que Dios la usó para “consolidarme” pude entender la vida en Cristo. No solo la amé como todos los hombres aman a las mujeres, sino que amé su Espíritu, y ese tipo de amor es irrompible.
El mensaje que me enviaba no daba cabida a interpretaciones, y era justo la respuesta que le había pedido Dios:
- Ten paz.
Tu estás en ese lugar para llevar luz a los que están en tinieblas. Siendo que el virus es altamente contagioso, no permiten visitas, ni personas que entren a ORAR por los pacientes.
Así que Dios busca la forma de que sus ángeles y sus escogidos puedan tener acceso.
Entonces se hace de personas, que como tú, obtienen el pase porque se encuentran en las mismas condiciones, pero no es para muerte, sino para llevar vida.
No estás solo, hay otros que están en la misma situación que tú, hasta que cumplen la misión y su salud es restablecida, y luego de eso TESTIFICAN.
Ten paz.
Y para que no me quedara la menor duda, me empezaron a llegar notas de voz y mensajes de texto, de grandes amigos y pastores en el evangelio, que decían prácticamente lo mismo, como si Dios hubiera movido a esas personas para responder mi pregunta.
Parece mentira que unos mensajes de texto te puedan sanar, pero cuando Dios quiere usar caminos misteriosos para revelarse a una persona, cualquier medio puede convertirse en el canal de su Gloria… Así que, si no tienes a la persona cerca, y necesitas decirle algo de parte de Dios, no dudes en llamarla, en escribirle, porque nunca sabes cuándo alguien está esperando que Dios le envíe a uno de sus mensajeros.
Esa mañana me revisaron de nuevo y mi tensión había disminuido, no estaba normal pero tampoco mortal como el día anterior, y mi pulso, aunque alto, no representaba ya un peligro para mi vida, y según ellos era cuestión de tiempo para que se normalizara.
Con la paz que solo Dios me podía dar, pude ver la belleza de lo que estaba pasando, y sentir el dolor de los demás; cosa que es harto difícil si vives hundido en tus propios problemas.
No puedo revelar aquí los nombres por respeto a su privacidad, pero puedo decir sin temor a ofenderlos que presencié muchas tragedias y dramáticas situaciones: Oyendo con sincero interés supe del Hambre en la familia de los hospitalizados, y las persecuciones por parte de estructuras políticas que, llenas de neurosis, mal interpretaban el confinamiento y segregaban a niños y ancianos por miedo a que se extendiera la pandemia. Vi violencia intrafamiliar y padres que amenazaban a las pacientes con secuestrar a sus hijos. Pero sobre todos los problemas vi casos en donde el enfermo tenía a sus padres, o hijos, o pareja en la UCI, luchando por su vida víctimas del mismo COVID. Entendí que el desespero afectaba la salud de los pacientes. El temor y la depresión son acelerantes muy peligrosos cuando portas el virus.
Entonces les di lo que consideré la mejor palabra bíblica que encontré en cada situación.
Me avergonzaba saberme protegido; familiares y amigos de todas partes y países me enviaban dinero, cientos de personas me escribían y me contaban cómo grupos enteros y ministerios estaban orando por mí, a mi esposa e hija las estaban cuidando, hasta los políticos del oficialismo y oposición me prestaban ayuda. No me faltaba una medicina, un examen, hasta las golosinas eran demasiadas y alcanzaban para distribuirlas en la colmena. Era tanta la bendición que me enviaban, que no solo sirvió para ayudarme a mi sino a otros, cuyas situaciones y complejos problemas ameritaban una Palabra, una Oración, pero también una Ofrenda.
Lo único que yo tenía que hacer, era ocuparme de hablar de Dios en ese lugar, ya mis preocupaciones no tenían que ver con mi vida sino con la persona que Dios pusiera frente a mí. Y descubrí que no hace falta andar buscando a la gente a la cual Dios quiere que ayudes, Él mismo se encarga de traerlas a ti, si pones atención a tu alrededor y tu oído está atento al clamor ajeno, y tu ojo es sensible a la necesidad de los demás… Entonces Dios te mostrará, claramente, lo que habrás de decir y hacer. Así funciona esto.
En esta dinámica pasaron varios días, mi fortaleza y corazón retornaban a su estado normal. Los pacientes de la colmena nos hacíamos cada vez más amigos, compartiendo nuestras cosas; medicina, alimentos, golosinas… Y pasábamos el día hablando de Dios y nuestras vidas. Al llegar la noche, luego de que el “carrito de helados” trajera nuestro tratamiento, hacíamos un Servicio como en la Iglesia, en el cual cantábamos, leíamos la biblia y dábamos la palabra… Al final hacíamos una oración y todo el mundo a dormir…
Así se vivía en la Colmena, y si no fuera por las molestias que ocasiona el virus -no son pocas, debo confesarlo-, se podría decir que la mayoría estaba recibiendo un tratamiento de descanso, pues la situación difícil que vivimos desgasta sobremanera los cuerpos de los venezolanos, y una semana en cama, aunque sea enfermos, resultaba una pausa de los miles y complejos retos que se nos presentan para poder acceder a nuestras necesidades básicas.
Podría decir que me sentía agradecido de estar allí. No tenía ninguna prisa por regresar a mi casa. Y cuando ya empezaba a sentirme cómodo, Dios puso una inquietud en mi corazón; “fuera de la colmena” había la misma o mayor necesidad, era un territorio más grande y numeroso al que se debía llevar la luz de Cristo, no solo para sanar, sino para salvas las almas…
(¿Quieres saber cómo Dios hizo milagros en otras “Colmenas”?... Sigue esta serie que se publicará los días martes, jueves y sábados, a las 10 am, durante las próximas dos semanas en NotiCristo).
Departamento de Redacción y Diseño:
Marco Gentile, @REDACTRÓNICA en redes sociales.
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