Para enseñar a sus discípulos algunas claves acerca de la oración, Jesús les contó a los discípulos que le seguían, la siguiente parábola:
-Supongan- les dijo- que a medianoche reciben ustedes una visita. Y justo ahí se dan cuenta que no tienen nada de comer para ofrecerles. ¿Qué harían?
Al ver la reacción sorpresiva de sus discípulos, Jesús continuó:
-Siguiendo una idea de último momento, ustedes van a la casa del vecino en esa misma hora, para pedirle que les preste tres panes. El amigo, desde adentro les responde: “No me molestes, la puerta ya está cerrada, mi familia y yo estamos acostados, no puedo ayudarte”- El maestro repasaba los rostros de los discípulos que seguían atentamente el hilo de la historia.
- Ustedes no obstante siguen llamando- decía, mientras escenificaba el suceso que narraba- Siguen llamando porque necesitan ayuda urgentemente, y no pueden aceptar un “No” como respuesta- Y cuando ya los discípulos empezaron a mirarle con cara de interrogante…
- Les diré esto- cerró Jesús con dramatismo- Aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará todo lo que necesitas, y aún más, debido a tu audaz insistencia.
Y entonces, resumió su lección en esta frase:
“Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá.” (Lucas 11:9)
Jesús quería evidenciar con esta historia, que la persistencia y la perseverancia en la oración, siempre obtiene lo que necesita. Y esta es una verdad que necesitamos recordar también nosotros hoy. En estos días de crisis, de sacudidas globales, de incertidumbres y desafíos, hay una sola cosa que nos queda hacer con insistencia: "Tocar las puertas del cielo en oración, hasta que se abran".
Fíjense en lo que dijo Jesús: "Si el vecino no se levanta por amistad, por su importunidad e insistencia, se levantará y les dará lo que ustedes necesiten". Cuando nosotros oramos, a veces pensamos: “Ya he pedido suficientes veces, no quiero seguir insistiendo”. Nos cansamos y dejamos de pedir.
Pero la clave para ver las respuestas, ¡Es mantenernos llamando a la puerta! Si revisamos la Biblia con cuidado, encontraremos que esta verdad se repite varias veces por toda la palabra: Clamar, buscar, y pedir, con insistencia hasta ser oídos, fueron muchas veces la clave, para que Dios abriera la puerta de la bendición.
Así lo testifica el salmista David varias veces. En el Salmo 55:17, él expresa: “En la tarde, al amanecer, y al medio día, clamé, y él oyó mi voz.” En el Salmo 77:2, dice: “Al Señor busque el día de mi angustia, alcé de noche a él mis manos sin descanso”. Él había entendido que el secreto al interceder, es hacerlo con insistencia.
Jesús repite el mismo principio con la historia de la viudita y el juez injusto, donde el meollo de la lección es que hay necesidad de orar siempre y no desmayar. Así que, si queremos alcanzar la respuesta a nuestra oración, nos va a tocar clamar a Él, de día y de noche.
Hay casos donde el tiempo que se pasa en oración no es suficiente. Hay ocasiones en las que hay que seguir tocando a la puerta sin descansar, alzando un clamor hasta asegurarnos que el Señor oyó nuestra voz.
Quien llama insistentemente a la puerta hace ruido. Necesitamos coraje para tocar a la puerta con insistencia y atrevernos a pedir. Muchas veces somos tímidos en la presencia del Señor, y solemos decir: “Señor yo sé que tú tienes pan”, pero no nos atrevemos a insistir: “Tráeme el pan que necesito, yo sé que tú puedes hacerlo”, y aunque el asunto no se trata de si le damos o no, una orden al Señor, lo que sí quiere ver Jesús, es la actitud de convicción con respecto a recibir lo que estamos pidiendo.
A Dios no le molesta que seamos insistentes al pedir, más bien Él está esperando el llamado insistente de nuestra fe. Esa obstinación al pedir, puede abrir caminos cerrados, y despejar obstáculos que impiden que la respuesta llegue.
No nos limitemos a pedir lo que ahora mismo necesitamos, importuna a Dios, tócale el corazón. Muéstrale con tu perseverancia, cuanto anhelas aquello que necesitas. Llama, ¡Hasta que se abra la puerta! Y mientras no haya respuesta, ¡No te canses de llamar!
“Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.” (Lucas 11:10 NTV)
Pra. Karelis de Santodomingo
Departamento de Redacción NotiCristo
Diseño: Desiree Tarrío
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