Serie: Memorias Médicas
#2. Perder para ganar
Muchas personas tienen la creencia, que ser médico es lo máximo, que por tener el privilegio de salvar vidas, somos la mano derecha de Dios, y eso nos hace intocables; es tanto así, que muchos tienen el pensamiento mágico de que nada malo nos sucede y que nada nos inmuta. ¡Qué equivocación más grande! Los médicos, también necesitamos ser salvados, no solo físicamente, sino a nivel mental, psicológico y espiritual.
Después de sentir que algo faltaba en mi vida, y reconocer que tenía un vacío en mi ser, empezó en mi interior la búsqueda de "algo más”. Y entonces, al abrir la Biblia, para empezar a leerla día tras día, la costra que tenía en mis ojos comenzó a caer, y empecé a mirar con claridad la grandeza de un Dios en el que creía, pero que no conocía.
Y así fue que llegó Dios a mi vida: entró en mi ser solapadamente, tranquilo, como amigo fiel, y me sentí como un recién nacido, bien recibida y amada. Y llegué a creer que teniéndolo a Él nada malo me iba a suceder.
Pero quien cree que estar en Dios, te librará de las tribulaciones está totalmente equivocado. De repente me sentí como Job, perdí el amor, perdí la familia, perdí mi salud, y en parte, perdí el trabajo que me gustaba. De repente me vi sola y llegué a preguntarme por qué Dios permitía que me pasara todo eso.
Desfallecí de dolor, mi alma se quebró en mil pedazos, mi mente y mi espíritu se callaron, solo podía decirme a mí misma "débil soy", a cada instante me repetía “débil soy", y ya sin fuerzas, ni ganas de seguir adelante, tumbada en el piso, con un dolor penetrante que atravesaba todo mi cuerpo, clamé a Dios: "¡Señor, ten misericordia de mí!"
En esas ocasiones, cuando las pruebas son tan intensas, y la tribulación no nos permite ver ni escuchar a Dios, llegamos al punto de pensar que ya nada se puede hacer. Pero incluso en ese momento, cuando no tenemos la capacidad para discernir lo que sucede, y la fe pareciera hacerse añicos, si pones atención, podrás escuchar al padre diciendo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2Cor12:9)
Y entonces entiendes que cuando estás dispuesto a renunciar a tu propia fuerza, ganas el poder de su gracia, que tiene la virtud de levantarte justo en medio de tu debilidad ¡Aleluya!
Dra. Ilen Mata Millán
Médico Familiar, Epidemiólogo
Dpto. de Redacción NotiCristo
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