Perdón es una palabra que está formada por dos vocablos originarios del latín: “per” que significa “dejar pasar” y “don” que es “regalo”. Es interesante esta definición, porque significa que alguien ha recibido un don o capacidad para “dejar pasar”. El perdonar como toda cosa buena, es un don que recibimos de parte de Dios. Ahora bien, el perdón también es un regalo que nosotros damos, y que otro recibe, pero no se confunda, la acción de mayor beneficio no es para el que recibe, sino para los que otorgamos perdón.
Entonces “Perdón” se puede definir como “dejar atrás una ofensa o renunciar a cobrar el castigo moral o material a otro, por su mala conducta”. A fin de cuentas, es una herramienta que ayuda a liberar las cargas, para caminar livianos y felices por la vida.
Cuando alguien es traicionado, insultado, o agredido física y emocionalmente, la reacción natural es desdeñar a quien lo hizo y albergar un sentimiento confuso pero potente de frustración, dolor, ira, resentimiento e incluso venganza.
A pesar de ser esta una respuesta lógica y natural en el ser humano, suele traer consigo diversos inconvenientes. Algunos estudios han revelado por ejemplo, que las personas que no perdonan tienden a sufrir niveles altos de presión arterial y frecuencia cardíaca, entre otros problemas de la salud.
Además de la carga emocional que la incapacidad de perdonar produce, también se añaden otros problemas como la culpa, la hostilidad, el odio, y la rabia, que también conllevan a enfermedades cardiovasculares y muertes tempranas.
Pitaco, Rey de Mitilene (640 – 568 a.C.), uno de los 7 sabios de Grecia, dejó en libertad al asesino de su hijo, expresando: “El perdón es mejor que el castigo”. Aristóteles, en su “Ética a Nicómano” afirmó: “Cuando un hombre da pruebas de juicio en las cosas que son del dominio de la prudencia, es porque es inteligente, tiene buen sentido, y sabe ser indulgente y perdonar”. Ellos, como representantes de la filosofía, tenían en alta estima el perdonar.
Además, el consenso de todas las religiones universales, es que recomiendan el perdón como forma de vida: Pedirlo, cuando ofendemos a nuestros semejantes; solicitarlo a Dios, por los pecados que cometemos, otorgarlo, a los que nos ofenden, y evitar el rencor cuando los designios divinos se nos hagan incomprensibles.
Existen cuatro elementos básicos en todo proceso orientado al perdón: el primero es, expresar la emoción, y tiene que ver con definir y articular cómo te ha hecho sentir la ofensa. El segundo es, entender el “por y para qué” del perdón, porque a veces nos perdemos los beneficios de perdonar, por no estar claros en las razones para perdonar, ni en el propósito que persigue el perdón. El tercer elemento del proceso de perdón, es construir la seguridad, que involucra edificar y reconstruir no tanto la relación, sino la autoconfianza, para tener paz en la decisión. Y el último elemento es soltar, dejando ir, no solo el sentimiento de ira o rencor por la ofensa, sino la sensación de creerse víctima, permitiendo recuperar el control en las emociones.
Fred Luskin, en su libro “Perdonar es sanar” indica lo que no es perdón: No es aceptar la crueldad, no es olvidar que algo doloroso ha sucedido, no es excusar el mal comportamiento, no tiene que ser una experiencia, no es negar ni bloquear el dolor, no implica reconciliación con el ofensor, y tampoco significa dejar de sentir.
Para proceder al perdón, la Biblia antes de decir: “Perdónense mutuamente”, recomienda: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, y maledicencia y toda malicia”.1 Esto es, se necesita poner a un lado las emociones, sentimientos y acciones que dañan y fracturan las relaciones, creando distanciamiento, rencor, y rabia.
Para promover una vida de perdón, es mejor evitar hacer memoria histórica de las ofensas, y estar prontos a decir “lo siento”, “discúlpame”, “perdóname”, aun cuando pensemos que el otro tiene más motivos y razones para pedir perdón.
Este estilo de vida se fomenta desde el sentimiento de respeto mutuo y si fuese posible, desde un sentimiento de amor genuino. Esto evitará que ocurran agresiones y violencia hacia las demás personas. Sabrás que has perdonado cuando puedas recordar la ofensa sin que se altere tu paz mental y espiritual.
El proceso de perdonar las ofensas no es automático, y a menudo no se produce de forma lineal, pero cuando es puesto en práctica de manera habitual, resulta un gran regalo para el que lo recibe, pero mucho más para el que lo da.
“Perdonar no cambiará tu pasado, pero transformará tu futuro y el de tu familia.”
1Efesios 4:31-32
Dra. Ilén Mata.
Médico Familiar- Epidemiólogo.
Departamento de Redacción NotiCristo.
Diseño: Desiree Tarrío
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