Todo matrimonio, en su transcurrir, es afectado por múltiples y variadas presiones que si no se canalizan de manera adecuada, pueden afectar el desenvolvimiento correcto de la relación, y conllevar, después de mucho daño emocional y psicológico, al divorcio.
Las principales fuentes de conflictos en el matrimonio, se agrupan alrededor de por lo menos tres causas: la primera, una pobre comunicación entre la pareja, la segunda, los problemas financieros, y la tercera, dificultades en la intimidad sexual.
El regalo del matrimonio fue instituido por Dios, y enmarcado para su funcionamiento, en algunos aspectos fundamentales, bajo los que debía existir: Primero, los contrayentes debían “dejar” a sus padres para unirse el uno al otro, lo que implica entre otras cosas, independencia financiera y económica.
Segundo, cada uno debía tomar responsabilidad por el bienestar del otro, amando a la pareja por sobre todo lo demás, lo que planteaba una enorme necesidad de entenderse y comunicarse. Y por último, pero no menos importante, consumarían la perfecta unidad matrimonial, conformándose en “una sola carne” mediante la intimidad de la relación sexual. Esos parámetros de diseño, definían un curso de acción, y unas necesidades latentes que aún prevalecen.
Sin embargo, la mayor amenaza para los matrimonios hoy en día es la presión que estos asuntos producen. Todos tenemos presiones en estas tres áreas, algunas más fuertes e intensas, y algunas más difíciles de resolver o enfrentar que otras. Lo cierto es que cada día nos enfrentamos a diferentes presiones y por lo tanto debemos encontrar la manera adecuada de enfrentarlas, y para eso, más allá del entendimiento de las dimensiones del matrimonio, se necesita un factor muy necesario: Valentía.
La palabra de Dios nos dice en el Salmo 18:32 “Él es quien me arma de valor y endereza mi camino” Es decir, ante las presiones diarias, grandes e importantes, o pequeñas y banales, es Dios quien nos da el poder para enfrentar con valor estos conflictos, y no solo eso, sino que también es capaz de guiarnos a corregir lo que estamos haciendo mal, para hacer rectos nuestros caminos torcidos.
Necesitamos ser valientes para aceptar que tenemos un problema en el matrimonio y para para reconocer los conflictos que nos están haciendo daño. Se requiere de arrojo para enfrentar las contrariedades que nos atacan, pero sobre todo precisamos valor, cuando llegue la hora de tomar decisiones de cambio.
Al momento de afrontar esas decisiones, mostraremos si estamos reaccionando basados en lo que uno mismo se impone, por la madurez con la que tomamos las cosas, o si estamos simplemente reaccionando a las cosas que están fuera de nuestro control.
Mostramos madurez, cuando ejercemos nuestra capacidad de tomar decisiones, asumiendo por nosotros mismos las responsabilidades que nos han sido conferidas por el compromiso, y adquiriendo por voluntad propia los cambios personales que la situación demanda. Mostraremos inmadurez y reactividad, cuando dejemos que las circunstancias que nos aquejan: perdida del trabajo, perdida de la salud, accidentes, y pérdidas físicas, tomen el control de nuestras emociones, y ganen la partida de nuestras decisiones.
Ante la encrucijada que las crisis plantean, hay evaluaciones puntuales que se deben hacer, y decisiones por adelantado que se deben elegir. Por ejemplo, en el aspecto financiero, se debe elegir el contentamiento, antes que el deseo de adquirir cosas. El adquirir cosas no es la felicidad. La felicidad es una decisión de gratitud a Dios por lo que se tiene.
En el aspecto evaluativo, deben evitar caer en la trampa de compararse con otros matrimonios. Cada relación es única. Es necesario aceptar la singularidad de su propio matrimonio.
Con respecto a las comunicaciones, el estilo de vida que elijan tendrá un papel muy importante en el desarrollo del entendimiento. Un estilo de vida acelerado, con poco tiempo para la vida espiritual, poco tiempo para compartir en pareja, hará distante la comunicación, y obligará a que se tomen decisiones apresuradas, restando la comunicación asertiva entre las partes.
Un estilo de vida más contemplativo, por el contrario, nos permitirá tener tiempo para la oración, y la reflexión nos permitirá entendernos de mejor manera, deleitarnos de las “pequeñas cosas” importantes, y escoger pasar tiempo para disfrutar en pareja.
Lograr superar las presiones del matrimonio, les quitará el deseo de querer saltar, abortar, o en el peor de los casos, quedarse varados sin avanzar, en los asuntos que competen a su matrimonio. Y les permitirá concentrarse de manera más consciente en los compromisos de pacto adquiridos delante de Dios, para toda la vida, con la persona que comparte la relación de pareja.
Dra. Ilen Mata Millán
Médico Familiar, Epidemiólogo.
Departamento de Redacción NotiCristo.
Diseño: @REDACTRÓNICA
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