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Chris Barroso

¿Qué hay detrás de las palabras?

Cuatro pasos para evitar ser mal interpretado



Hace algún tiempo estuvo muy de moda la frase “Se impecable con tus palabras”, sin embargo, cuando decimos eso, no alcanzamos a dimensionar lo importante y trascendental que es tener cuidado con lo que hablamos.

El significado de las palabras, va mucho más allá de un concepto o una definición escrita en un diccionario, ya que adicionalmente viene cargado de experiencias o asociaciones cerebrales que hemos enlazado a esas palabras sin siquiera darnos cuenta.


Podríamos decir que hay un sentido semántico en cada una de nuestras palabras, pero hay otro significado que viene influido por nuestra nacionalidad, nuestra cultura, nuestras experiencias de vida y un sin fin de factores más, que para simplificarlo un poco, diremos que cada una de nuestras palabras puede tener una connotación positiva o negativa dependiendo de quien las dice y quien las escucha.

Es por esta razón que abundan los malos entendidos y las personas ofendidas, por comentarios que quizás no tuvieron ninguna mala intención por parte de quien los emitió, pero que causaron mella y dolor en el corazón de esa gente.


Para evitarte esas malas experiencias, te compartimos aquí 4 propuestas para minimizar las desviaciones de interpretación que pueden existir en tu comunicación.


1. Utiliza los calificativos con cuidado

En cualquier ámbito en el que te manejes, pero sobretodo en el laboral, llegará el momento en que te pedirán tu opinión sobre algo, o tendrás que revisar el trabajo de alguien más para hacerle observaciones.

En esas situaciones es inevitable usar calificativos, por ello debes escogerlos con cuidado, no es lo mismo decir, “este trabajo está desordenado”, a decir “a este trabajo podemos darle un poco más de estructura para mejorarlo”.


Solo cambiando el calificativo se puede evitar que la persona sienta que no lo hizo bien y evitamos cruzar esa delgada línea de asociación o connotación negativa que puede tener la palabra “desordenado”.


2.Muestra tu vulnerabilidad antes de exponer tu argumento


Si tienes que hablar de algo incómodo con otra persona, primero asegúrate de hacerlo en el momento correcto y segundo explícale cómo te sientes antes de entrar al punto en cuestión.


Por ejemplo, si hay que hablar sobre un tema con la pareja o con un amigo sobre algo que es delicado, en vez de decir el típico “tengo que hablar contigo”, podrías decirle algo como, “quisiera tener una conversación sobre un tema difícil y tengo miedo de no saber cómo expresarlo de la mejor manera.”


Otra manera sería: “Para mí no es fácil hablar de mis emociones, pero considero importante que podamos tener una conversación sobre tal tema y quisiera hacerlo de la mejor manera."


Esta pequeña introducción, aunque parezca tonta, hace que la otra persona, que por naturaleza estaría a la defensiva, baje sus armas al ver que tú has bajado tus defensas primero, y de esta manera la comunicación empieza desde un lugar un poco más cordial.


3. No supongas que conoces a tu interlocutor

Los fallos más comunes en la comunicación casi siempre se dan con las personas más cercanas, ya que suponemos conocerlas y por eso creemos que sabemos qué les puede ofender y que no.

Sin embargo, en términos de significado también influyen otros factores externos como el estado emocional en el que se encuentra tu interlocutor al momento de hablar y su historia personal de vida.


Si la persona tuvo un mal día, quizás un comentario que en otro momento sería trivial, en ese instante se pueda convertir en una batalla campal, y no tiene mucho que ver con algo que tú hayas dicho, sino con el estado emocional en el que se encontraba en ese momento.


Es por eso que, antes de suponer que conoces a esa persona y asumir que está bien, o pretender saber lo que está pensando o sintiendo, es mejor preguntarte si en verdad se encuentra en un buen momento para hablar, antes de encarar cualquier tipo de comunicación con ella.


Aunque conozcas a una persona desde hace mucho tiempo, nunca llegarás a saber todas las heridas y dolores que puede llevar en su interior, ni tampoco cómo ciertos temas pueden afectarle más que otros dependiendo de sus experiencias de vida en el pasado.


4.Busca sinónimos para las palabras que duelen

Incluso teniendo cuidado con lo que se dice, puede que en alguna ocasión te sientas ofendido o dolido con algún comentario que te hagan y en muchos casos puede que ni sepas por qué; si ese es tu caso, analiza qué palabra fue la que te molestó y verifica qué otro significado puede tener esa palabra en tu vida.


A veces la verdadera razón que puede estar detrás de ese dolor es que, en algún punto de tu vida tu cerebro hizo una asociación emocional con esa palabra y aún persiste de forma inconsciente.


Por ejemplo, si en tu infancia, tuviste problemas de sobrepeso y constantemente te prohibían comer, es muy probable que la palabra dieta para ti esté asociada a sufrimiento, sacrificio, hambre, y mal humor; todas esas emociones que sentiste de niño vuelven a ti cada vez que alguien pronuncia esa palabra y tu cerebro automáticamente la rechazará.


Así que si detectamos que alguna palabra nos causa dolor, una solución para ello es que busquemos otra que signifique lo mismo pero que duela menos, en vez de decir estoy haciendo dieta, puedes decir, hoy escojo una alimentación saludable, y de esta manera el cerebro no lo asociará con algo negativo.


Si no puedes buscarle un sinónimo intenta darle una interpretación propia buscando su significado real; por ejemplo la palabra pecado, puede estar asociada a emociones como la culpa, la vergüenza o el dolor.

Pero si usas su significado real, sería traducida como “errar al blanco”, o “errar a la instrucción paterna”, es decir, que esa palabra estaría asociada a algo de lo que en algún momento todos participamos: equivocación. La mayor implicación de esa palabra sería precisamente cometer un error.


Y cuando la ves así, desprovista de toda esa carga cultural de remordimiento y rechazo que se le ha puesto, es mucho más fácil que dejes de mal interpretarla, y de relacionarla con el dolor y la culpa que le has añadido, y quizá la gente te entienda mejor cuando les digas que todos son pecadores.

Para todos es un desafío pensar antes de hablar y sabemos que controlar la lengua a veces es una tarea titánica, pero estamos llamados a mejorar cada día en esa área, para obedecer al mandato de la Palabra.

Hay más de 70 versículos en la Biblia sobre este tema, pero voy a cerrar con este, que es uno de mis favoritos:


Mis queridos hermanos, todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse. (Santiago 1:19)

Autor: Chris Barroso

Buenos Aires, Argentina.

Diseño: @desi_tarrio en instagram


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