Serie: Memorias Médicas
#3. Sentencias
Mientras cursaba 12 semanas de mi tercer embarazo, por causa de una guardia en el área de Pediatría en la que me correspondió atender a un niño con rubeola, me contagié; y transité por un embarazo de alto riesgo que ameritó una interconsulta con especialista.
Posterior a lo que consideré una mala acción médica, éticamente reprochable para mí, en ese momento, recuerdo que le dije a la asistente del doctor: "Tenga, cóbrese la consulta y dígale al doctor que algún día nos veremos la cara y necesitará de mí."
En ese momento, desconocía el poder de lo que emitimos verbalmente. ¡Que tanto poder hay en la lengua! La Biblia dice: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” (Proverbios 18:21 RVR1960).
Emití esa frase con enojo y decepción. Ese día las emociones negativas afloraron en mí; la rabia hizo su aparición, y la decepción trajo tristeza. El tiempo pasó, pero no la palabra, 16 años después llegó el día que decreté.
Delante de mí, en un consultorio, vi a dos personas, uno joven, altivo, prepotente, ansioso por irse, y nervioso ante lo que podía escuchar; y un adulto preocupado, nervioso, pero a la vez cabizbajo, queriendo no escuchar lo que ya sabía.
Ninguno sabía quién era yo, solo era la doctora del servicio. Pero fue el día en que el doctor necesitó de mí. Después del diagnóstico, vino el "punto de quiebre". Los vi llorar a ambos, arrodillados, pidiendo respuestas a Dios.
Fue un momento, para ellos, de total humillación ante Dios, y delante de un médico, especialista en VIH, al cual no conocían, pero que en su momento lanzó una sentencia, ignorando su poder. No me gustó esa imagen, y sentí culpabilidad. Apenada ante Dios, le dije: “Perdóname Señor, aunque lo declaré así, no era lo que quería”.
Y entonces entendí mi lección: Yo estaba en un lugar donde mi lengua tenía un poder, y debía aprenderlo a controlar. Necesitaba asegurarme que mis palabras sirvieran para dar vida, brindar alivio, bendecir, calmar el enojo y levantarse por aquellos que necesitan una voz. La misma responsabilidad es la que tienes tú también. Abre tu boca solo para bendecir.
Dra. Ilen Mata Millán
Médico Familiar, Epidemiólogo
Dpto. de Redacción NotiCristo
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