Capítulo 1: ¿Tan joven y cristiano?
- Vida solo hay una, y hay que disfrutarla. Jenni, ¿tan joven y cristiana? -Dijo mi prima cuando se enteró de mi decisión.
Esas frases marcaron el comienzo de mi camino en Cristo. Recuerdo que mi prima quería que le explicara el por qué tomé una decisión tan drástica, si apenas comenzaba a vivir. Para ese entonces estaba en tercer semestre de la carrera y salía con mis amigas a la playa, a comer pizza, y otras actividades, pero algo me faltaba… Y por eso le respondí con sinceridad:
- Mi vida no tiene propósito, y en Cristo pude encontrar ese propósito.
Por supuesto, ella pretendía que fuera consciente de las cosas que iba a dejar de hacer si empezaba a ser “religiosa”, relatándome que no necesitaba llegar a tales extremos para encontrar ese “propósito” pues “todos pasamos por eso”, pero al ver que no daba mi brazo a torcer, dejó las cosas así con el rostro lleno de decepción.
Decepción. No es solo una palabra, no es sólo un conjunto de letras, también puede convertirse en un golpe letal para un alma joven. Cuando estamos en esta fase de la vida, muchas veces nos importa poco lo que los demás piensan de nosotros, ya sea por necedad, rebeldía o convicción; esto dura hasta que decepcionamos a alguien…
Es muy doloroso decepcionar a las personas que esperan cosas “grandes” de ti. Y sé que esto no solo les pasa a los jóvenes, pero comúnmente, es en nosotros que se depositan las esperanzas y nuestros seres queridos tienen altas expectativas para que seas “alguien en la vida”.
Mis primeros años en el evangelio fueron tan sutiles como la caída de un ladrillo en el pie, porque provengo de una familia donde nadie cree en Cristo. Peleas diarias, insultos, gestos desdeñosos y menosprecios, fue lo que comencé a recibir después de entregar mi vida a Cristo.
Mis padres se sentían decepcionados de mi decisión. También recuerdo que en la universidad todo empezó a cambiar. Mis amigas poco a poco se distanciaron, notaron que había en mí un cambio de mentalidad y eso promovió que ya no les aplaudiera su mal. Aun así, puedo comprenderlas, entiendo qué es lo que se siente haber compartido intimidades con una persona que estaba en perfecta sintonía contigo y que luego muestre disparidad. Eso causó rechazo; y el “culpable” de ese cambio era Cristo.
A todas estas personas decepcioné; ellos anhelaban, querían, amaban a una persona que ya distaba mucho de la que estaba ante sus ojos. Con esto no digo que era perfecta, de hecho, en muchas maneras cometí mis “pelones” al no saberlos tolerar, pero para empezar a marcar la diferencia, créeme que no necesitas tener una especie de “título honorifico” de las Sagradas Escrituras… solo es cuestión de dar un paso determinante, lo demás, se forma poco a poco.
Te diré una cosa, joven... ¡y no tan joven! ¡Toma aliento, respira! Sé que no parece muy alentador, pero sí lo es…
¿Crees que no sufrí por todo eso? Sí lo hice... Sin embargo, no estuve sola; porque cuando me sentí solitaria encontré mi eje, el equilibrio de mi existencia, en el éxtasis de la oración y el conocimiento de la Palabra de Dios.
Eso nunca permitió que me derrumbara.
Mis lagrimas fueron secadas, mis enojos fueron calmados, mis súplicas fueron contestadas, mis decisiones fueron respaldadas, mi debilidad fue convirtiéndose en fortaleza, mi odio en amor, mis metas se sujetaban, mi autoestima se levantaba… en fin, pude emprender el vuelo.
¿Y Dios cambió mis problemas? Sí, pero no fue instantáneo, fue un proceso de ensayo y error, requirió de bastante paciencia, dominio propio y amor.
Hoy día, mi familia ya se habituó a la fe que gobierna mi vida, ya no estoy en donde no sabía qué hacer, y me sentía derrotada. Y aún recuerdo los versos que usó Dios para darme la fortaleza necesaria y perseverar en los caminos de Cristo:
“Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persigan y levanten contra ustedes toda clase de calumnias” (Mateo 5:11 NVI)
“Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4: 19, RV60)
Y, por supuesto, hubo un versículo que se volvió mi estandarte en las más duras situaciones:
“Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” (Isaías 40: 30-31, RV60).
La buena noticia es, que si decepcionas a tus seres amados no creyentes por la causa de Cristo, quiere decir que no lo haces solo por deber, sino que te está sucediendo un fenómeno al que yo llamo “metamorfosis” … Dice la biblia al respecto que “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 de Cor. 5:17, NVI).
Cristo fue un Maestro que le hablaba claro a sus discípulos, tanto así que les advertía de las persecuciones futuras… ¿Por qué? Por la transformación que iban a reflejar cuando confiaran en el Salvador.
De no haber cambios, no habría tal persecución; si no, mira el caso de la negación de Pedro: al rehusar conocer al Mesías, lo dejaron en paz.
Pero, ¿qué tienen que ver las pasiones juveniles con incumplir con las expectativas de las personas?
Comencemos a reconocernos para responder a la pregunta: Si hay algo que distingue a la mayoría de los jóvenes, es la capacidad de invención que nos hace ser energéticos en lo que hacemos y, por supuesto, está latente el deseo de reconocimiento de nuestros superiores, porque el ser galardonados indica que somos aceptados por la sociedad.
Eso no está mal del todo, pero tiene sus matices, porque si para cumplir con la expectativa del mundo tienes que desobedecer a Dios, la pregunta del millón de dólares es: ¿Qué estamos esperando recibir de Dios, si nos estamos engañando de esta manera?
Por esto, Pablo advertía a Timoteo “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.” (2 Timoteo 2:22) Él sabía que las pasiones, que en el original puede traducirse como “concupiscencias”, podían ser seductoras para el joven pastor, desviándolo de su propósito real; y el contexto histórico de este pasaje eran las sangrientas persecuciones a las que estaban sometidos por la causa de Cristo.
Prácticamente las palabras de Pablo a Timoteo fueron “¡Timoteo, enfócate, te necesito preparado!”
Esta serie no es para cualquiera… Si eres valiente, y quieres seguir… te espero mañana en el próximo capítulo:
Capítulo 2: “Las tentaciones”
Serie: Pasiones Juveniles
Autor: Jennifer Pérez
Dpto. de Redacción NotiCristo
Dpto. de Diseño: @REDACTRONICA
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