Los prejuicios, el orgullo, el egoísmo y la rebeldía son los vientos que hinchan las velas del individualismo. Cuando estás plagado de ti mismo, y crees que no necesitas la ayuda de nadie, has caído en un error, y pronto verás sus nefastas consecuencias.
Si Dios te da una promesa individual respecto a un logro, una victoria, o una conquista, es necesario que entiendas que no puedes alcanzarlo solo. Necesitas ayuda. Aprender a trabajar en asociación con otros. Porque la victoria es para los que trabajan unidos.
Después que Josué murió, los israelitas le preguntaron al SEÑOR: “¿Cuál de las tribus debe subir a pelear primero contra los cananeos?” Y el SEÑOR contestó: “Judá debe pelear primero. Estoy entregando esta tierra en manos de Judá.”
Pero los de la tribu de Judá les dijeron a sus hermanos de la tribu de Simeón: «Dios prometió darnos ese territorio, vengan a ayudarnos y nosotros también les ayudaremos a ustedes cuando les toque conquistar su tierra».
Así que los de Simeón se unieron a los de Judá. Entonces los de Judá avanzaron y el Señor los ayudó a ganar la batalla contra los cananeos y los ferezeos. Derrotaron a diez mil hombres en la ciudad de Bézec.1
En la ausencia de Josué, el pueblo de Israel se encontró ante un desafío: Todavía había territorio para conquistar. Había una tarea sin concluir. Era necesario tomar decisiones y avanzar. Pero lo principal era saber: “¿Quién de nosotros subirá primero?”.
Esta pregunta encerraba otras: ¿Quién será el sucesor de Josué? ¿Quién quedará en lugar del líder que ya no está? ¿Quién avanzará primero frente al enemigo? Y esos asuntos no podían depender de la gente. Tenía que ser Dios quien determinara el próximo liderazgo, por eso consultaron a Jehová. Y Dios eligió a la tribu de Judá.
Pero Judá demostró sabiduría al entender que no podían conquistar el territorio cananeo ellos solos. Aunque era la tribu elegida para liderar Israel, no tuvieron reparos en invitar a Simeón a acompañarles en la tarea de conquistar.
Simeón, o las otras tribus de Israel, podían tener algunas reservas acerca de las capacidades de Judá para ir al frente de la conquista, pero ellos no se revelaron a la designación divina. Porque entendían que hacerlo, era invitar al caos, debilitarse y poner en duda la conquista.
En vez de abandonar a Judá o atacar su liderazgo decidieron apoyarlos, porque entendían que por encima del individualismo, era mejor permanecer unidos que trabajar cada quien por su lado. Y el resultado les dio la razón.
Cuando no tienes completa comprensión de este principio, empiezas a trabajar por tu propia cuenta en tu matrimonio, familia, ministerio o empresa; persiguiendo objetivos distintos, buscando cosas diferentes. Y el resultado es que se diluye la fuerza, se desaprovechan los recursos, se sabotea la victoria, y se estorba el crecimiento y los resultados positivos.
Creyendo que puedes lograr más actuando independientemente, terminas cayendo en el engaño de pensar que una sola golondrina hace verano, que un solo árbol puede hacer montaña, que una sola persona puede cambiar al mundo, o que una sola iglesia puede ganar a toda una ciudad para Cristo.
¿POR QUÉ TE GUSTA TRABAJAR SOLO?
Cuando estás plagado de ti mismo, y crees que no necesitas a nadie más, caes en el error de querer trabajar solo, porque:
1. Quieres demostrar tu propia capacidad
Mostrar que estás mejor dotado, que eres superior a los que no logran lo que tú sí.
2. Buscas el reconocimiento de tu propia individualidad
Que te valoren como líder, que te promuevan a puestos de autoridad, que te alaben por tus capacidades, y que te exalten por tus virtudes. Lo cual te empuja peligrosamente a una idolatría egocentrista.
3. No aceptas que nadie te mande
No estás dispuesto a trabajar bajo las órdenes de otro. No te gusta estar subordinado. No puedes sujetarte. Y menos a gente que consideras que no está a tu nivel, o que está por debajo de ti. Demostrando que te domina un sentido de superioridad, agrandamiento, y exaltación propia.
4. Deseas tener control y poder en las decisiones
Ser independiente te permite sentir que tienes el control. No rendir cuentas a nadie, te hace sentir que estás en la cima. Pero no sujetarte a nadie, lo que revela es un espíritu de rebeldía y de insubordinación tremenda. Lo que para Dios es peor que la hechicería.
5. Consideras que los otros no pueden añadirte nada que no tengas
Llegas a creerte tan autosuficiente que piensas: “¿Para qué buscar ayuda si puedo solo? Y te justificas diciendo: “En fin, si la promesa es para mí, y la recompensa será mía… ¿Por qué tendría yo que involucrar a otros? Yo tengo lo que se necesita. Dios me llamó a mí.
El individualismo puede dañar los resultados de un gran proyecto
Cuando no reconoces el esfuerzo y el aporte de los demás, manifiestas un espíritu independiente que desmerece lo que otros hacen. Miras con menosprecio los pequeños aportes de otros, porque piensas que los esfuerzos de los demás no se comparan con el tamaño de tus grandes aportes.
“Si no fuera por mí, ya esta obra se hubiera detenido” dices agrandando tu propia contribución y desmereciendo la de los demás, Pero la realidad es esta: Nunca los resultados se deberán solamente a ti. Y si como líder mantienes ese tipo de pensamiento, terminarás dañando a tu equipo, y robándole la gloria a Dios, para atribuírtela a ti mismo.
El individualismo aborta los planes y Propósitos Divinos:
Dios no trabaja con una sola persona. Aunque Dios puede darte a ti una visión particular, y un objetivo que lograr, no está pensando solo en ti para llevarla a cabo. Una sola persona es demasiado poco para lograr todo lo que Dios quiere hacer. Una sola golondrina no hace verano. Un solo leño no hace un bosque. Un solo grano de sola arena no hace una playa.
Cuando Dios te manda a hacer algo, Él tiene en cuenta que tus acciones afectarán a otros. Querer acaparar la atención y restringir el obrar de Dios solo a tu propia vida, limitará Su Voluntad.
Necesitas salir de la mentalidad abortiva e independiente que produce el individualismo. Necesitas aprender a trabajar como un solo cuerpo con otros, y para hacerlo, ameritas entender y aplicar estos principios:
1. Se consciente de tus propias limitaciones.
Tú solo no puedes. No aceptes las ideas erróneas del mundo que te dicen que tú solo eres suficiente. No es así
2. Empieza a Reconocer las virtudes de otros.
No eres el único que ha recibido dones, talentos y capacidades de parte de Dios, aunque el individualismo te engañe pensando que sí.
3. Atrévete a experimentar el poder de la sinergia.
Este principio dice que cuando dos se unen en un mismo propósito, obtienen un resultado mayor al que obtendrían por separado.
Judá entendió que si iba solo, podía tener una victoria, pero si iba con Simeón, el triunfo sería mayor.
En la estrategia para la conquista, Dios había establecido un principio: La unidad de propósito de un ejército, obtiene un resultado superior al que podría alcanzar cada soldado por separado:
“Cinco de vosotros perseguirán a ciento, y ciento de vosotros perseguirán a diez mil, y vuestros enemigos caerán a filo de espada delante de vosotros.” 2
“¿Cómo podría perseguir uno a mil, Y dos hacer huir a diez mil, Si su Roca no los hubiese vendido, Y Jehová no los hubiera entregado?”3
Uno solo, por separado, podía hacer huir a mil. Dos personas por separado podrían hacer huir a dos mil. Pero cuando esos mismos dos se unían en el poder de la sinergia, en una sola visión, propósito y lenguaje, esos mismos dos podían enfrentar y hacer huir a 10 mil... ¡Eso es maximizar potencialmente los resultados!
Por tanto, cuando el individualismo te cruce la mente con el pensamiento equivocado de que tienes todo lo que se necesita para llevar a cabo la labor que se te asignó, recuerda a Judá y a Simeón: Juntos lograron más, porque entendieron que una sola golondrina no hace verano… y que una sola persona, no puede cambiar al mundo.
Leyenda: 1Jue 1:1-4, 2Lev 26:8, 3Deut 32:30
Autor: Libna Villegas
Medellín, Colombia
Diseño: Arvic Rodríguez
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